EL TESORO DE LODARES
IV. LA GENERACIÓN DEL JUVESONIC
Con patillas largas,
estrecho
pantalón,
un jersey a rayas,
aunque
llame la atención.
Soy
así.
Luis
Arteaga había acudido aquella mañana del 64 a la sala de fiestas
Capitol. El hijo del dueño, Pepe el Choni, le había encargado días
antes que tenía que decorar la sala de una forma distinta, darle un ambiente renovado.
El Choni sabía que Arteaga era un artista en ciernes y que sus ideas
renovadoras y modernas harían que el Capitol variara su fisonomía
ostensiblemente. Quería acercarse más al público joven de Albacete
que comenzaba a vestir a rayas, a cuadros, con botines, vaqueros, o...
Con
traje de Al Capone,
chaleco
de Elliot Ness.
yo
viajo en metro
y
me toman por inglés,
Soy
así.
(Los
Salvajes)
Lo
que de ninguna manera podía imaginar Luis Arteaga era que El Choni
le iba a salir con aquella guitarra de cuatro cuerdas, que imitaba al
contrabajo clásico y que además para que sonara había que enchufarla a una
especie de maletín con altavoz. El Choni decía que aquello era un
amplificador, pero no era un amplificador cualquiera: su nombre de
marca era Juvesonic. Un Juvesonic de 8 vatios. Pepe El Choni sacó su "jazz" (pocos jóvenes sabían en la comarca que aquel enjambre de tambores y platillos recibía el nombre reconocido de "batería", batería musical) recién comprada y la colocó junto al amplificador Juvesonic. Allí, entre los dos jovenes aspirantes a músicos, rodeados de pinturas y bocetos, organizaron una jam-session.
Esperpéntica, inaudible, pero posiblemente la primera e histórica jam-session protagonizada por chavales de menos de 20 años en Albacete.
Algo si que estaba cambiando en la ciudad.
Algo si que estaba cambiando en la ciudad.
Amplificador Juvesonic |
Año 1965. El Cine Astoria un domingo por la mañana en un festival pop. |
En
la calle Joaquín Quijada se hicieron unos guateques estupendos a
base de acordeón, batería y refrescos Nick. Le llamaban el Baile
del Veracruz y tenía una terraza para aliviar sofocones. Otros bailes
más peleones se hacían en un corralón de la calle Tejares. Se abría
solo en verano y "allí se iba a arrimar la cebolleta", dicen muchos testigos presenciales. Un
"rasca panzas" le llamaban a aquello. Se bebía cuerva y
paloma y caiga quién caiga. A los mozos que no volvían a casa esa
noche mojados se les recetaba una ducha fría para disminuir dolores
molestos.
Los Vergara, dos hermanos que estudiaban en el Instituto Bachiller Sabuco organizaron
unos guateques formidables junto a lo que hoy es la Cámara de
Comercio, en plena calle Tesifonte Gallego. Estaban siempre a rebosar
por personal de aquel originario centro de estudios y aunque no tuvieran mala fama ni mucho menos más de uno salió de allí novio y para casarse.
Guateques sesentinos con Sandie Shaw y Los Brincos de estrellas, siempre
servidos en picús con agujas de pizarra y altavoces reventados.
Domingos de tensión, de espera, de angustia emocional. También estaba el club de
Los Trasgos un guetto inaccesible; nadie que quisiera guardar las
formas en aquellos tiempos debía intentar acercarse lo más mínimo a aquel "antro de perversión" de la
calle Pablo Medina.
El
club de los Valero era distinto. También ciertamente selectivo y de
concepción aperturista, además, en el club de los Valero podía
hablarse, y mucho, de fútbol entre otros temas. Sus dueños y
anfitriones eran los hermanos Valero, Ignacio, Fernando y Quica, tres hermanos
que crecieron bajo el constante influjo del balón de cuero y Peter, Paul and Mary, por ejemplo. Su madre era una de las piezas fundamentales de
aquel club de jóvenes. Estaba situado en la calle del Muelle y
ocupaba la planta baja de la casa donde vivían. Allí se hacían
reuniones y guateques, allí ensayaba algún conjunto con pretensiones, el grupo Los Chicos las tenían y allí se montaban unas interminables
tertulias que solían acabar en la misma cocina de la casa, en el
primer piso, con la madre de los Valero como centro coordinador:
-A
veces, había más gente en la cocina hablando con la madre de los Valero que en el resto del piso. Era una mujer encantadora (José Ángel Salcedo, bajista de Los Chicos).
En
el club de los Valero se escuchaba la música más avanzada.
Posiblemente fuera en aquellos años (64-65) el único lugar de
Albacete en el que se pudiera oír a los grandes ídolos americanos casi desconocidos en España aún: Brothers Four, Kingston Trio, los
mencionados Peter, Paul and Mary, Pete Seeger o aquel poeta de
Minnesota que había acudido al mismo lecho de un agonizante Woody
Guthrie, Bob Dylan. Allí sonaban habitualmente todos los grupos del
Merseybeat o de lo que ya comenzaba a denominarse Liverpool Sound o
simplemente música Beat: The Beatles, desde luego, Gerry and The
Pacemakers, Jerry and The Dakotas, The Searchers, Spencer Davies
Group, The Kinks, The Who, The Hollies (a los que Ignacio Valero
adoraba), The Small Faces y por supuesto, el típico disco alemán de
importación de Rolling Stones. Para ello además, los Valero
contaban con la inestimable ayuda de un inquieto chaval, José Poveda,
que con el tiempo acabaría siendo de la propia familia al casarse
con la única chica de la casa, Quica Valero.
Aquel
club, sin duda, marcó una época en Albacete, una de las mas
divertidas, apasionantes y creativas de la villa. La extremada
juventud de todos los que lo frecuentaban hizo que se convirtiera con
el tiempo en un auténtico vivero de artistas, repito no solo de la
música, pintura y literatura sino también del mundo del balompié.
(Ignacio Valero fue un excelente interior del Albacete Balompié
juvenil).
Así
respiraba el Albacete musical de aquellos años. Guateques, clubes
pseudoprivados y paseos, muchos e interminables paseos calle Ancha
arriba y abajo: Puntapuros al poder. Con Los Jabelc, ya
reestructurados por Leopoldo Martinez jr. que había abandonado la
tentación de enseñar al que no sabía, para dedicarse más de lleno
y con garantías al contrateo de galas y bolos provincianos con
personal especializado y con Los Lider Jazz, otra orquestina de
menos renombre.
Los Star´s en los Jardinilllos. Lomas es el tercero de abajo a arriba |
Los Star´s, con Luis Picazo al micrófono |
A
la generación del Juvesonic también pertenecen muchos
de aquellos grupos surgidos de los barrios periféricos de la ciudad, currantes de las profesiones mas tradicionales (panaderos, cuchilleros,
carniceros, mecánicos, etc.) como Los Ronnys, Los Tercos, Los Nijar o
aquel conato hardcore que tuvimos aquel año, 1966, aunque de duración
efímera: The Pobres and The Miserias.
Ensayaban
en lugares inmundos, rodeados de chatarra, tinajas de vino común o desperdicios de toda índole. En cocheras, bodegas o locales abandonados, con
el consiguiente alboroto del vecindario.
Los Ronnys en el Teatro Circo |
Los Nijar. De izquierda a derecha Isidro, Ramón, Narciso y Morgan. Sentado: Adolfo |
-Yo
tenía otras ideas. Siempre he sido muy extravagante, muy neurótico (Andrés Serrano, Morgan).
El
puesto de cantante fue para Adolfo Díaz Montero, El Pava, que
entonces vendía cocinas y al que recientemente le sonrió la
fortuna en un sorteo de la ONCE.
Con
aquel material humano y unos cuantos ensayos en la calle Collado Piña
Los Nijar se presentaron en el Teatro Circo cantando como los demás
"The House of the rising sun" de The Animals y
"Sattisfaction" de Rolling Stones, no sin antes aguantar
las broncas del padre de Ramón, el carnicero, que hacía las veces
de pre-manager:
-¡No fastidiarme, si tenéis que sacar esa canción en Do, como si
tenéis que sacarla en Tré, pero sacarla!, decía.
Los
Nijar, debutarían en la provincia unos días después. Fue en
Madrigueras a cambio de una caja de Mirindas.Contaron con la furiosa
oposición del llamado "Cojo de Madrigueras" que tenía
encantado al personal con sus impresionantes conciertos de acordeón.
El famoso "Cojo" les echó el público encima aduciendo que
no estaba bien que unos mocosos le quitaran su pan vistiendo de
aquella forma y utilizando instrumentos tan raros. Aquel día ganó
la razón porque también en Madrigueras había gente joven que
quería cambiar el mundo.
Los Chicos. José Ángel, el Pichi es el segundo por la drerecha |
Los
Chicos comenzaron a la vieja usanza, es decir, reunidos en un local,
en este caso el club de los Valero, en torno a unas guitarras
españolas y una mesa camilla golpeada con aquellas agujas largas y
finas de bordar, cantando canciones de moda, lo que tratándose de
aquel club era ir por delante de lo que habitualmente se escuchaba
en la radio. Prácticamente eran todos estudiantes cuando Manuel
Pozo, José Angel Salcedo, conocido después como El Pichi y Jesús
Arbugel, que era el de las agujas, jugaban a tener un grupo pop. Una
realidad que no esperó mucho al incorporarse a aquella tertulia
musical Josele, un chaval que tocaba francamente bién la guitarra y
otro alumno del Instituto Bachiller Sabuco, Pepe Molina.
Debutaron en la explosión
Trasgos del cine Astoria que muchos vivimos, cantando "This
boats are made for walking" de Nancy Sinatra y tocando el
instrumental Shadows "Apache". Aquel dia es que
prácticamente todos los grupos tocaron bien, tanto, que del alboroto
que se armó no hubo nunca más otro festival musical en ése cine,
pero es que Los Chicos lo hacían reálmente bien. Eran jóvenes y sin
tanto desconocimiento como el resto de grupos que se conocían.
Tenían la fuerza heredada e, imagino, que asesorada de Los Trasgos y
todo el tiempo por delante porque el servicio militar aún les
quedaba lejos. Su repertorio, como el de casi todos los grupos de esa generación, estaba repleto de versiones de
versiones, es decir, de lo que tocaban Los Salvajes, Los Mustang,
Lone Star, Los Sirex, que no era otra cosa que lo que se inventaban
desde el Reino Unido The Kinks, The Who o The Troggs, pero aún así
era un repertorio diferente al que manejaban otros grupos,
demasiado pendientes del hit-parade popular. Su punto culminante lo
alcanzarían en otro gran festival que se organizó en la Plaza de
Toros, posiblemente la primera concentración popera que se celebró
en, por aquel entonces, tan disparatado escenario.
Cartel del recordado Festival Pop del Astoria |
En
un año, Albacete había generado una actividad músical
sorprendente. En invierno, clubes privados, salas de fiesta,
macro-conciertos en cines, fiestas de estudiantes (ya estaba en
marcha el Mixto 2) y algún guateque aislado; y en verano, la feria y
sus innumerables pabellones que contaban obligatoriamente con
actuaciones de grupos pop, las terrazas verbeneras, incluso la Plaza
de Toros...y el Whisky Club.
Sin
duda, el Whisky Club marcó la diferencia en lo que a modernidad y
puesta punto se refiere. Estaba ubicado en lo que anteriormente había
sido la bolera oficial de la villa, situada al sureste de la
periferia, en plena carretera de circunvalación. Cuando los hermanos
Haya, Vicente y Paco, dos valencianos que se comían el mundo, se
hicieron con el solar aquello no había por donde cogerlo. Era una
ruina absoluta. A los bolos no se podía jugar porque aparte de
dejarte un dedo en los agujeritos de aquellos pelotones carcomidos tu
disparo podía llegar a cualquier parte menos al bolo. El circuito
era un todo terreno, lleno de agujeros pedregosos y yerba borde. Si a
eso le añades un cuchitril infame para cambiarte y el aroma de la
conocida granja de cerdos que asola cada verano el aire de la ciudad
y que estaba a pocos metros de allí, el panorama podía ser
desolador. Los Haya habían aprovechado el centro del tremendo solar
para cubrir el suelo de terrazo, simulando lo que debía ser la pista
de baile y el escenario lo dejaron como estaba originalmente, es
decir, una escalerilla con 3 pequeños peldaños que situaban al
grupo ligeramente más elevado que el resto del público. La puerta
de entrada ni la tocaron, ni la ha tocado nadie hasta nuestros días.
A la derecha del supuesto escenario colocaron la obligada barra,
animada por una juke-box con los discos mas novedosos del momento.
Allí
sonaban The Animals pletóricos en "We Gotta out of this place".
El
Whisky Club lo inauguraron en el verano de 1966, Los Jabelc y como teloneros Los
Ronnys y por allí pasarían intermitentemente el resto de grupos de
la ciudad y posteriormente la flor y nata del pop nacional. Sí,
allí, en aquel tugurio prechatarrero, estuvieron exhibiéndose Los
Pop Tops, con un Phil Trim escandalosamente desmadrado; o Bruno Lomas,
que paseó esos días su deportivo descapotable por toda la ciudad siempre repleto de nativas intrépidas. A él, al gran rockero
valenciano se le debe la entrada oficial de los primeros porros de
haschís, marihuana o vete tú a saber que tipo de exótica yerba magrebí en la ciudad.
-La
primera vez que me fumé un porro creí que me estaba fumando un
"boñigo" (Andrés Serrano, Morgan).
Y
Los Íberos, Los Ángeles, el holandés Tony Ronald, antes de su
explosión "Help", Miguel Ríos, ya sin el "Mike"
de reclamo, Lone Star, todos pasaron por el Whisky Club en su época
esplendorosa. Las sesiones se montaban los domingos por la tarde. Por
300 pesetas tenías derecho a traspasar aquel impresentable muro de vergüenza, oler a
excremento de cochino y gritar todo lo que podías a tu estrella
favorita.
Vicente
y Paco Haya se lo montaron divinamente porque fueron conscientes de
que eran la única alternativa a explotar los nuevos movimientos
juveniles tan extraños a los prebostes locales y el Whisky Club,
aquel antro maloliente acabó siendo un auténtico jardín popero,
repleto cada domingo de auténticos modernos/as y sonorizado por la
genuina música pop que oía el resto de España.
Por
cierto, que uno de los pocos grupos que faltaría a su cita obligada
en el Whisky Club fueron The Pobres and The Miserias. Aunque justo es
decir que aquel grupo faltaría a otra muchas citas populares dadas
sus especiales características.
"Conocí
al Cuchiche y por su aspecto me dije que ése tío podría
cantar "underground", como después harían Jimi Hendrix o
Canned Heat. Me puse en contacto con Pepe Robles (Los Anélidos) y se
lo dije: Con la pinta que tiene ése y la jeta que tengo yo, no
tenemos más remedio que formar un conjunto. Lo bauticé como The
Pobres and The Miserias, precisamente en clara alusión a nuestro `look`".
(Andrés Serrano, Morgan)
Pepe
Robles había dejado a Los Anélidos para cumplir con la patria. En
aquellos años se había fraguado una reputada cotización de
guitarrero con ideas, suyo era aquel engendro guitarristico conocido
como "la asadora" y cuando volvió a Albacete ya estaba el
lío armado. Estuvo a punto de entrar en Los Star`s de Jimmy Lomas
pero "no me gustaba demasiado el repertorio que llevaban,
demasiado finos, demasiado orquestales", reconoce ahora. A
Robles le gustaban más Los Trasgos y aquel orondo guitarrista de Los
Nijar, llamado Isidro Martínez: "ése tío si que tocaba".
A través de Los Nijar conoció a Andrés Serrano, Morgan, con quién, pese a su conocida timidez, empezó a llevarse de perlas.
"Morgan estaba demasiado loco, hacía cosas realmente avanzadas para aquella
época. Siempre quiso hacerlo más raro. En el pueblo que tocásemos
como le diese el punto ya no volvíamos". (Pepe Robles)
Foto oficial de The Pobres and The Miserias. Los tres de abajo de izquierda a derecha son el Cuchiche, Morgan y Pepe Robles |
Morgan pensó que aquel era su hombre y desde entonces dedicó los
siguientes meses a aquel grupo que había nacido por la vía estética
más que por la técnica.
"Realmente
el grupo nació como una extravagancia más mía". (Andrés
Serrano, Morgan)
En
los pueblos les anunciaban como "Che Pobres and Che Miserias",
el bombo de la batería estaba pintado al óleo: un par de fémures
entrecruzados y en su repertorio, repleto de nuevos éxitos británicos
y americanos, entre los que destacaba curiosamente "The Sound of
Silence", de Simon and Garfunkel, figuraba, quizá, la primera
composición propia de un grupo albaceteño. Se llamaba "Las
Flores del Cementerio" y pertenecía a la sinuosa imaginación
de Morgan. Cuando la tocaban, Cuchiche se
retorcía espasmódicamente aferrado a su impecable "Eko" y
emitía sonidos ininteligibles mientras Morgan, que
previamente y ante el público había roto una botella de Dyc, se
introducía el cuello de la botella por un dedo y recorría el
mástil como si estuviera levitando, de arriba abajo un número indeterminado de veces
hasta lograr el nirvana escenográfico. Lo nunca visto, y repetido,
en Albacete.
The
Pobres and The Miserias no llegaron nunca a cobrar un solo duro por
actuación. Sus escasas comparecencias acabaron siempre en trifulcas.
Como en Minaya, cuando Morgan le quitó la boina a un
viejete que estaba en primera fila. Sí, fueron un poco los precursores
del sonido hardcore en Albacete.
"Si tú dices que lo que hacía Cuchiche es la esencia del
rock vale, pero yo creo que cantar es otra cosa. Lo nuestro no era
hardcore, ni nada parecido, era simplemente que nos
salían mal las canciones". (Pepe Robles, guitarra de The
Pobres and The Miserias)
José Antonio, el Cuchiche, efectivamente era un personaje de
leyenda. Había tenido una infancia de vericuetos extraños, hijo único y de padres
mal avenidos era lo que se dice un hijo consentido aunque no
perteneciese, como yo pensaba, a una familia "bien". Su adición
temprana al alcohol y su avanzada pose ante la vida le distanciaba
totalmente del resto de los currantes del pop en la ciudad. Era el
esteréotipo genuino de la estrella del rock sin, ni mucho menos,
serlo. Había leído cosas sobre John Lennon, Brian Jones y Jimi
Hendrix y quiso hacerlas realidad, personificarlas en él mismo, en
Albacete, en aquel Albacete provinciano y mojigato de entonces, con un
Botija de alcalde y un Fernando Gotor, que ya empezaba a destacar en
los bailes de disfraces del Casino Primitivo, cuando se presentaba
con unas copas de más diciendo que iba vestido de Fernando Gotor,
preguntándole a la primera moza que pillaba: ¿y tú de quién eres?.
El
comentario de la calle Ancha en aquellos años era el tiempo que
había hecho Ayuso en los 100 metros de los campeonatos escolares
juveniles, avalados y dirigidos por la Delegación Provincial de
Deportes repleta de trepas falangistas hasta las ventanas. Ayuso
había realizado un tiempo de 11,20 y aunque estaba un poco lejos de
los 9,95 de Jim Hines, lo importante es que "había
participado", no como el Cuchiche que se pasaba el
día de aquí para allá sin órden ni beneficio.
La
inauguración del cine Carretas aquellos días también fue muy comentada porque
comenzaron a proyectarse las primeras películas en versión original en la historia de la ciudad,
que aunque no tuvieron excesivo éxito de público al menos ofreció
la posibilidad en el mes escaso que duró aquella primitiva
experiencia de ver "2001. Una Odisea del Espacio" de
Stanley Kubrick o las beatlemaniacas "Yellow Submarine" o
"How Can Win the War", con John Lennon pelado al cepillo en
Almería.
Todo
esto traía sin cuidado a Andrés Serrano, Morgan, en
aquellos años inmerso en las vanguardias musicales en Albacete con
la "asadora" y en su incipiente carrera de medicina en
Zaragoza. Morgan, entre curso y curso prácticaba lo que
podía con su guitarra verdadera, una "Star Rocking"
italiana, imitación de la popular "Galantic". Primero
estuvo en Los Nijar, luego llegó la época de The Pobres and The
Miserias y acabó sustituyendo a Adrián Navarro en el grupo puntero
de la ciudad, Los Trasgos. Entre medias pagaba su carrera en grupos
aragoneses y catalanes.
"Estuve
tocando un tiempo con Lone Star, cuando Joan Miró se fue a la mili.
Había cambiado mi guitarra por una "Gretch Viking" que era
extraordinaria, pero vi a Jimi Hendrix tocar con la "Telecaster"
y en cuanto pude me hice con una. Aún así, cuando llegaba a
Albacete la alternaba con la "asadora"..., es que aquella
guitarra era demasiado". (Morgan)
A
Morgan le tiras de la lengua y se dispara. Te cuenta
cosas increíbles y es que sigue paseando su fantasía aún hoy desde
la cuarta planta del Hospital General embutido en su bata blanca que
le da mas aspecto de médico del psiquiátrico que de medicina
general. Ilustremos varios ejemplos que hablan por sí solos:
"Los
Lone Star me localizaron a través de mis padres y llegué a hacer
una gala con ellos en un campo de fútbol, el del Gimnástico de
Tarragona. Bobby Deglané que estaba en la RCA (¿?) fue quien nos
llamó para grabar por lo menos 6 o 7 discos".
"Estuve
fregando platos en Palma de Mallorca. Dejé mi teléfono en una casa
de discos que había por allí por si alguien necesitaba un
guitarrista y me llamaron. Me junté con dos alemanes, un inglés y
un holandés. Alquilamos un equipo, ensayamos lo suficiente y llegamos a tocar en
el "Barbarella" y en el "New Only Jazz Club".
Sólo nos entendíamos bebiendo y tocando la guitarra".
"También
fregué platos en Nueva York. Era un viaje de esos que organizaba
Cultura Hispánica y que por 7.000 pesetas te plantabas allí. Nos
fuimos dos, el Piqueras, compañero de curso que ahora está de
médico en Molina del Segura y yo. Nos dieron para barrer unas
galerias de 7 u 8 kilómetros. Le dije al dueño, que era "sudaca", que
yo no fregaba más suelos y que si conocía a alguien que tuviera una
sala de fiestas. El tipo me envió a Miami. Cuando me quise dar
cuenta estaba metido en un club "gay" y mientras yo tocaba
cosas latinas con mi guitarra el personal dándose por el morro. Me
gané medio kilo limpio, recogí al Piqueras que seguía fregando
pasillos en Nueva York y nos vinimos otra vez para España".
Aunque
del amplio anecdotario de Morgan prefiero esa que dice:
"Estuve
también en la Isla de Wight, allí acompañé a John B. Sebastian
(el de Lovin Spoonful). Fue el día del agua, una maravilla".
Y
aunque uno dude de su compañía en escena con John B. Sebastian en
Wight y fuera en Woodstock donde llovió a Morgan parece no preocuparle demasiado esos pequeños detalles. Naturalmente
cuando cuenta que hizo la ruta de Katmandú, que puso una escuela de
esquí naútico en Ibiza, que por conducir por la derecha en
Tahilandia se chocaron contra un elefante y le abres la boca
estupefacto, aprovecha la ocasión para rematarte:
"En
Ibiza conocí a Mark Knopfler (Dire Straits). Entonces
tocaba cosas de Dylan y a mi me tenía unos pocos celos, aunque
fueran compartidos. Ahora él es un monstruo y me queda la duda de si
yo lo hubiera sido también. A veces en esto de la música hace falta
tener cabeza y él la tenía".
Morgan,
el Pirata, uno de los excelsos músicos que debe guardar esta ciudad
como prueba fidedigna de que aquí hubo en los sesenta algo más que
Organización Juvenil Española, flechas, arqueros y cadetes y bailes
de sociedad en el Casino Primitivo. Una sociedad que, desde luego, no
veía con buenos ojos que una de sus jóvenes promesas despidiera un
año tocando en la célebre sala de fiestas La Herradura, a un paso
de la capital:
-Fue fantástico, me comí las uvas con las putas. (Andrés Serrano, Morgan)
Aquella sociedad local que desacreditara, espantada, la figura de nuestras siempre
recordadas groopies locales. Aquellas chiquillas que no
se perdían un concierto, que estaban en todos los ensayos, en todos
los locales donde oliera a transistor quemado, que conocieran uno a
uno a todos los músicos, también todos los rincones donde pudiera dormir, beber, comer,
vivir..., amar, ése músico. Nadie sabe hoy día qué fue de
Sofi, la Sofi, aquella desdentada revoltosa que animaba desde la
primera fila cada comparecencia del grupo que fuese. Fea, pero
simpática, un ciclón. La última vez que la vieron estaba en
Cataluña, "y embarazada" dice quien la quiere recordar con problemas; Toñi, la
Toñi, otra simpática de lujo, que te veía por la calle Ancha y se
tiraba a tus brazos ante el profundo rubor y vergüenza que sentías
de quienes te pudieran ver en tamaño compromiso; y en fin, aquella
preciosa rubieta de ojos azules llamada Juli, la Juli, que sentía
una atracción especial por los bajistas de cada grupo o Maria del
Señor, la Maria del Señor, imponentes ojazos negros al servicio del
pop. Nadie las ha vuelto a ver después de tantos años. Aunque, haya
ocurrido lo que haya ocurrido con ellas, eso sí, a uno le queda la
certeza de que vivieron al límite sus años juveniles, pasearon su
contrastada independencia sin el mas mínimo pudor y supieron hacerle
frente a unos años hostiles como únicamente se podía hacer:
divirtiéndose.
Los Star´s con el equipo de Radio Popular |
"Lo
que hizo toda la gente de Radio Popular por la música de Albacete es
incalculable". (Luis Arteaga)
"Aún
tengo una cinta con música original nuestra que nos pidió que
compusiésemos Juan Pedro de Aguilar. Era un tipo extraordinario, creativo y
quería siempre sacarnos lo que realmente llevábamos dentro, no
escuchar versiones". (Leopoldo Martinez jr.)
"En
tiempos de Los Trasgos les pegábamos la paliza a los de Radio
Popular para que nos dejaran escuchar las canciones. Era la única
forma de sacar las que nos gustaban. Siempre se lo agradeceremos".
(Adrián Navarro)
Sol Naciente, con Antonio Cuesta, Luis el Lobo, un amigo, Vicente Aldea y Luis `Cotxila´ Arteaga |
Arteaga
viajó como adelantado a un nuevo y previsible marco de desarrollo,
las Canarias, y para cuando volvió a Albacete, tres meses después, el patio
no estaba para excéntricidades: se tuvo que enfrentar a las tres
familias de sus compañeros que ya habían hecho planes para sus
hijos. La persuasión de Luis Arteaga tuvo que imponerse porque cuando sus colegas se
quisieron dar cuenta estaban rumbo a las Islas Afortunadas cantando
para todos los turistas, guitarras acústicas y bongos incluidos, en plena
terraza del trasatlántico. La experiencia, con todo lo que conllevaba de
aventura, no llegó a cuajar. Acabaron en Tenerife, Arguineguín, en
un tugurio donde la luz la enchufaban a unos molinos de arena cuyo
voltaje oscilaba entre 110 y 190 voltios, bajando cuando menos lo
esperaban a 60, lo que fundía automaticamente los amplificadores cada
dos por trés. El sueldo que les daban no les llegaba para pagar las
reparaciones. Acabaron poniendo la gorra en las calles menos Antonio
Cuesta, que se colocó de bongosero en un mesón. El regreso fue inminente y el posterior viaje a donde tanto les querían, Tarragona,
ya con Morgan en sus filas, también.
"Estábamos
más por la investigación y los experimentos que en otra cosa,
"Sgt.Peppers" y cosas así, una locura. Quisimos ir tan
deprisa que en las salas de Tarragona tampoco funcionó. El limite en
aquel entonces estaba en "My Generation" de The Who. En
Cataluña ya estaban por las discotecas y nuestra música les sonaba
muy rara. Tampoco teníamos el nivel suficiente para ése tipo de
música que nosotros queríamos tocar; seguía faltándonos base y una vez más instrumentos adecuados". (Luis Sanchez, El
Lobo)
El
final fue irremediable. No quisieron empezar de nuevo a las canciones conocidas y la rutina de otras etapas y tras unas
fantásticas actuaciones en la Feria de Albacete (Club Recreativo Cultural) con
un nuevo batería de impecable aspecto Cherokee, Dito Alvárez y una
memorable sesión en el nuevo club de los hermanos Haya, el Petit
Palais, en la calle Dionisio Guardiola, Sol Naciente, el primer grupo
de música progresiva de Albacete, cerró filas y desapareció.
El
Petit Palais también fué bolera. A Vicente y Paco Haya les perseguían los bolos. Desde luego tuvo que influir su
anterior y exitoso local, el Whisky Club, para que al menos como
reclamo persistieran en hacer de los albaceteños unos impenitentes
jugadores. Pero en el Petit Palais hubo algo más que bolos. El local
reunía todos los recovecos suficientes para echar cabezaditas en reservados,
escuchar buena música y asistir a algunos directos que permitían
a los grupos supervivientes del 64 mostrar sus encantos. El Petit
Palais con la música ya enlatada (discos) simplemente avisaba de lo que llegaría
con la década de los setenta, aunque para entonces ya funcionaba a
toda maquina la primera discoteca de la ciudad, la madre de todas las
discotecas albaceteñas el local mítico que recogió en su espectacular pared
encalada, tal como una casa payesa, la flor y nata de nuestra joven avanzadilla musical: Xandro`s,
más conocida entre sus numerosos discípulos como La Cueva.
Logo oficial de Xandro´s, de Roberto Turégano |
La
Cueva, Xandro`s, y posteriormente las discotecas Galaxy, Zodiac, SKorpios, Nexu`s y la
mili serían determinantes en el final de toda aquella generación de músicos "juvesónicos".
Fácil de Recordar. De izquierda a derecha: Foncho, Leopoldo, Antonio Fernández, José Ángel Salcedo, Antonio López y Juan Rosa, el Rana |
Así
llamaron Leopoldo y sus muchachos a aquella fusión surgida de los
dos grupos más elitistas y clasistas de la villa: Los Jabelc y Los
Star`s. Aunque en aquella banda también incluyeran a José Ángel
Salcedo, El Pichi, de Los Chicos y a Antonio López,
Quijadilla, de Los Tercos. Como al mismisimo cantante de
Los Trasgos, ya desaparecidos, Juan Rosa, "El Rana".
Alfonso Romero, Foncho, el que tuvo un órgano de fuelle y el
mismo Leopoldo eran los teclistas y Antonio Fernández, el batería.
En ningún momento cambiaron su concepto y filosofía inicial por lo
que se constituyeron en una auténtica orquesta, pese a arrastrar en los micrófonos a aquel encantador de pasiones que en un tiempo reciente había
resultado ser Juan Rosa o al mismo Pichi, bajista de los prometedores Chicos. Por su
coincidencia con el servicio militar de la mitad de los incautados en
la movida del 64 y por todo lo que llegaría después hasta que el
último guerrillero hubiera sido pasado por las armas a este grupo bien
se le puede considerar como el precursor de la decadencia de los
setenta. Aquella década en que salvo, contadisimas excepciones que
luego se verán, prácticamente todos los músicos de Albacete a
falta de otros incentivos idealistas se dedicaron al buitreo de galas
y dinero fácil: las llamadas orquestas de verbena u orquestas de
"pachanga".
A Leopoldo Martinez jr., que demostró tener una inteligente visión de futuro en otras ocasiones esas perspectivas no llegaron a entusiasmarle por lo que al año siguiente deshizo el grupo, se casó, aprobó las oposiciones al Banco Central y si te he visto no me acuerdo, hasta hoy.
A Leopoldo Martinez jr., que demostró tener una inteligente visión de futuro en otras ocasiones esas perspectivas no llegaron a entusiasmarle por lo que al año siguiente deshizo el grupo, se casó, aprobó las oposiciones al Banco Central y si te he visto no me acuerdo, hasta hoy.
Los
bufidos finales de aquella caballería incontrolada que en algún tiempo fueron
los grupos musicales locales pertenecen a dos bandas que tuvieron más de
experimentación y entretenimiento que de proyecto estable. Fueron La
Cosa y The Last Time. El primero con casi Los Trasgos, es decir Juan
Rosa, Luis Sanchez El Lobo y Pepe Vergara, con José Ángel
Salcedo, El Pichi, de bajo e Isidro Martinez, sí aquel de los primitivos Tercos, de primer
guitarrista. Fue un poco la continuación de Sol Naciente (El
Lobo no se resignaba) y tras un par de buenos conciertos
terminaron por dejarlo. The Last Time significó el canto del cisne
de El Pirata, aquel Morgan que vencido y
humillado como el ejercito republicano, una y otra vez en su propio terreno, terminó dedicándose
definitivamente al difícil arte del rejoneo humano: la medicina.
José Ángel Salcedo seguiría experimentando un poco más ya en los setenta y después de acabar la mili, el Pichi se enrolaría en una banda americana, en Cincinatti nada menos, donde perfeccionó su inglés hasta vivir de ese idioma el resto de sus días. La banda se llamaba Riddle Road (El Camino de la Adivinanza) y su repertorio estaba formado por clásicos standard del rock and roll y los entonces rompedores Credence Clearwater Revival. Posteriormente y ya de vuelta en Albacete, descubrió la música folk junto a un exdisc-jockey de la discoteca Zodiac, Manuel Luna. Aún tuvo tiempo José Ángel de enrolarse en la "pachanga", algo a lo que irremediablemente estaban condenados todos los músicos de Albacete de aquella apasionante generación, incluso por decreto oficial:
José Ángel Salcedo seguiría experimentando un poco más ya en los setenta y después de acabar la mili, el Pichi se enrolaría en una banda americana, en Cincinatti nada menos, donde perfeccionó su inglés hasta vivir de ese idioma el resto de sus días. La banda se llamaba Riddle Road (El Camino de la Adivinanza) y su repertorio estaba formado por clásicos standard del rock and roll y los entonces rompedores Credence Clearwater Revival. Posteriormente y ya de vuelta en Albacete, descubrió la música folk junto a un exdisc-jockey de la discoteca Zodiac, Manuel Luna. Aún tuvo tiempo José Ángel de enrolarse en la "pachanga", algo a lo que irremediablemente estaban condenados todos los músicos de Albacete de aquella apasionante generación, incluso por decreto oficial:
"Se
complicó todo de una forma estúpida. Simplemente por un decreto de
Fraga Iribarne, así como suena. Vino a decir que para que una sala
de fiestas exhibiera un grupo pop tenían que tocar por lo menos dos
orquestas con carnés de profesionales. El delegado entonces de
Información y Turismo, un tal Panadero, nos dijo que la ley era esa
y había que cumplirla" (Luis Arteaga).
Por
si fuera poco, los "cojos de Madrigueras" que tanto
abundaban en la capital y provincia se dedicaron a poner denuncias a
las salas que no cumplían con dicho decreto.
"Indudablemente
los jóvenes estorbaban demasiado con aquellas revueltas musicales.
Creo que fue una medida política" (Miguel Núñez).
"Lo
de la censura estaba muy vigilado. Antes de sacar una canción había
que ir a la Sociedad de Autores a ver si estaba en la lista de las
prohibidas, sí era así, le cambiábamos un poco la letra y la
volvíamos a presentar hasta que nos la autorizaban". (Juan
Rosa)
"
A principios de los setenta todo era demasiado complicado. Los
equipos de música cada vez estaban más caros y eran más
sofisticados, los grupos que no llevaban vientos no eran aceptados (¡!),
las nuevas leyes impedían cualquier labor creativa, comenzaron a
funcionar las discotecas con perjuicio evidente de la música en
vivo, la mili, etc... Imposible " (Luis Arteaga).
3 comentarios:
Tal cual.
Disfruto releyendo tu relato de lo que en música aconteció en Albacete en aquellos años.
Gracias y no comento más, que el comentario me podría salir tan largo como el propio texto.
Enhorabuena por el blog, solo querría puntualizar que la marca de amplificadores que distribuía Lluquet, es "Jobesonik".
Un saludo
Muy buen trabajo, Juan Ángel.
Recordando aquellos años, me socurre que fue una pena que Luis Arteaga y Morgan no consolidaran su unión musical. Eran en mi opinión los dos valores más sólidos de toda aquella movida. La elegancia y precisión del bajo de Arteaga y la creatividad glamourosa de Morgan destacaban sobre todo el resto.
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