27.2.09

Algunas lecciones magistrales

La que imparte, por ejemplo, Daniel Ogier en su catálogo de El Retablo de Albacete que estos días puede verse en el Centro Cultural de la Asunción. Es la música eterna del arte barroco, a la que invoca el organista Françis Chapelet en el mismo catálogo. Creador de vestuarios, decorador de teatros y películas, Ogier plasma en su Oratorio de María Magdalena toda su destreza artística, coral y la expande en un poderoso retablo instalado en el patio interior de la Asunción. Una exhibición grandiosa donde la luz interior de la antigua iglesia contrasta con los tonos oscuros, bronceados, de la aventura de aquella mujer singular, la de Magdala, con la presencia constante de la "cosa negra", "el objeto negro" al que tanto alude el autor en su exhaustiva explicación. Es el oscurantismo, siempre presente en los sagrados tomos y una escenografía abrumadora de detalles que invita a la atenta y curiosa contemplación de cada secuencia. Epopeyas evangelistas que a uno hace mucho tiempo dejaron de interesarle para hacer una interpretación que, seguro, queda lejos de la intención del artista.

Quedo doblemente impresionado por el cuelgue de Miguel Barnés en la CCM. Barnés rezuma pasión reverdecida en su nuevo juego de viajes. Berlín, lo dijimos ya, es ahora su objetivo, su dependencia. Barnés hace las maletas con sus "trapillos" convertidos en una exhibición luminosa de inspiración. Le pone Berlín.

La obra, ya colgada en la sala de exposiciones de la Caja, aumenta su dimensión porque está acicalada para la exhibición, aunque vista en pantuflas, en su estudio, resultaba adorable. Berliner es el mejor Barnés y de visita obligada porque suena a despedida de un artista de casa al que vete tu a saber cómo lo volveremos a ver y cuando.

El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 15/2/2009

24.2.09

Edu Monreal, uno que llega

En el Madrid de las pasiones rebuscadas, junto a la Gran Vía, en la sala Espacio Temporal MAD, unos jóvenes actores de escuela curtida gritan sus ilusiones al cartel de "entradas agotadas" desde hace cuatro días; también, y éste es su número, al deseo de autorrealización a través de un puesto corporativo mediante selección, el casting de Gronholm para entendernos, en una grotesca oficina ubicada en un moderno rascacielos de la urbe.
La obra, Grandes Expectativas, se mueve entre situaciones desternillantes comandadas por una pizpireta Jefa de Relaciones Externas (Eva Alba) que dibuja su papel con una comicidad hilarante.

El público, somos setenta no caben más, se parte. Edu Monreal ha llevado al pequeño escenario del todo Madrid su obra. Es actor, también músico, pero aquí ejerce sólo de guionista y director, nada menos, y al final de sus cuatro días de debut la gente se lo come. Es joven, muy joven, pero a juzgar por su texto ya debe conocer los vericuetos de la infelicidad en el trabajo y el asqueroso poso de la ambición por el escalafón. Es emocionante asistir al comienzo de una prometedora carrera en los escenarios, la del joven director y todo el equipo de Producciones Lanegra.

Sala Espacio Temporal MAD

Grandes Expectativas. Actores: Laura Ordás, Irene Curieses, Javier Sáez, Maite Elissalt y Eva Alba. Dirección/Texto: Edu Monreal. Ayudante de dirección: Kike Corrales. Producción: Diego Fernández Collado y Alberto Gómez Taboada.

Javier Sáez

El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 22/2/2009

16.2.09

Esperanza Pedreño, la cara esteparia de Amelie Poulain



La actriz albaceteña prepara nuevos trabajos en televisión y cine



La niña Nerea (Camino) le birló hace unos días el Goya a la mejor actriz revelación del pasado año. Esperanza Pedreño, nacida albaceteña y estudiada en el Tomás Navarro Tomás, había sido nominada por su participación en la película de Ángeles González Sinde, Una palabra tuya, basada en un relato de Elvira Lindo. Para entonces, Esperanza ya había traspasado la frontera de la popularidad gracias a un agradecido papel en la serie televisiva Camera Café: Mari Carmen Cañizares, la Cañi, una especie de secretaria cachazuda, extravagante y algo simplona que ha levantado audiencias en la reconocida serie dirigida por Luis Guridi y creado modas: La Generación Cañizares (armario lejos de cualquier moda, exención de normas en lo que a combinar colores se refiere, eso sí, siempre tonos alegres, escandalosos y además independiente, con piso tamaño cuchitril y mascota).

Enseñanza en Londres
Claro, en la ya desarrollada carrera escénica de Esperanza, María para muchos de sus colegas de la escena albaceteña, la historia no ha sido llegar y besar el santo. Existe una trabajada vida en las escuelas de teatro, compañías independientes, Almagros, cortos, escenarios y un aprendizaje vital en la Universidad Middlesex en Londres, allí fue con una mano delante y otra detrás, escarbando futuro, devorándolo: “Es una de las experiencias de las que más aprendí porque la Universidad en la que estuve era muy buena y muy distinta a la de aquí. Era muy interdisciplinar. Allí había gente de todo tipo y con distintas vocaciones. Teníamos asignaturas que duraban sólo tres días. De ahí se abrían otras tres y debías elegir la que más te convenía a ti. Teníamos un tutor que nos iba aconsejando dependiendo de lo que querías. Había gente que enfocaba esto a la educación infantil, otros querían hacer solo mimo, otros escribir...”. El cambio de ambiente, de enfoque escénico fue palpable: “Casi todos los teatros allí son circulares como el Globe (el de Shakespeare), no es como aquí, que salvo excepciones, estamos más acostumbrados a lo que llamamos teatro a la italiana. La disposición del público es distinta y eso requiere otro tipo de energías al actor. Yo fui allí exclusivamente a estudiar y me pasaba el día en la universidad”.

El Teatro
Porque Esperanza es esencialmente una actriz de teatro; se ha educado para el teatro y su máxima ilusión es el teatro, sus ilusiones artísticas se colman interpretando a Lorca, el verso clásico: “Los sueños profesionales antes eran de otra índole. Yo, donde más he aprendido a actuar ha sido en los bares. Este ha sido siempre mi mayor reto. Enganchar a la gente allí, donde yo pudiera verles la cara, donde no existiera la responsabilidad pues la gente ya anda con una copa de más. Ahí es donde yo he probado cosas, mejorando y errando”. Por eso a todo lo que le ha llegado con la televisión, el cine, la popularidad, de la que la primera sorprendida es ella, en cierto modo le resbala: “Ya me he acostumbrado. Pero al principio salía a la calle y pensaba "pero porqué me mira la gente" y de repente caía, ah, que salgo en la tele”. A Esperanza le siguen entusiasmando los textos, los buenos guiones, el de Elvira Lindo estaba hecho para ella, aun así lo de la nominación al Goya este año también entra en esa sensación outsider: “La verdad es que fue una suerte que me eligieran para hacer este papel. Me gustó un montón la experiencia y me lo tomé muy en serio. También conocer a Malena porque nos entendimos enseguida. Para las dos era un reto esta película. Luego, lo de la nominación, sinceramente me ha dado un poco igual”.


Actualidad
Estos días Esperanza trabaja a varias bandas (“sólo podemos hablar el lunes por la mañana”). Graba la 4ª temporada de “Camera”, aunque no sabe cuando la van a emitir porque les han dicho que trasladan la serie al mediodía, con capítulos de la 1ª y 2ª temporada y está a punto de estrenar una serie que se llama Doctor Mateo para Antena 3 con Gonzalo de Castro de protagonista. Simultáneamente cierra otro proyecto para cine “que ya te contaré, no sea que se gafe



Albacete
Cuando le hablas de Albacete no duda ni un instante en afirmarse y afiliarse a la tierra donde vivió sus primeros impulsos escénicos: "Toda mi familia vive allí. Quedan algunos amigos, aunque ya tengamos caminos distintos. Del teatro si que tengo contactos, mi madre me llevaba siempre al teatro de pequeña porque a ella le gustaba (como espectadora). Luego hice teatro en el instituto y me aficioné. Enfoqué mi vida hacia ahí porque la vida me fue llevando pero no diría de mí que fuese una niña "sainetera" y que lo tuviera claro desde pequeña. Cuando vivía allí trabajé mucho con Cómicos, Teatro Capitano, etc...Todos me conocen también. Gregorio Jiménez fue uno de los que mas me animó a decantarme por esta profesión. Me fui muy joven de Albacete. Con 17 años".


El registro de Esperanza, siempre María, no cambia apenas en el trato humano; sí, es una especie de Amelie Poulain, con un profundo arraigo a la estepa, la llanura, la naturalidad, la sencillez. Le deseamos lo mejor:"Yo, con que me quede como estoy...; Bueno, me voy a comprar la cena".
El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 15/2/2009

9.2.09

Juan Carlos Gea, Gijón y otras cosas de escribir



La editorial Trea acaba de editar su poemario Occidente

Como queriendo echar el telón al pasado año de una manera radiante, luminosa, pero al mismo tiempo crítica con la ruina que nos ha tocado vivir como espectadores de un mundo francamente cuestionable, la editorial asturiana Trea ha publicado el último trabajo del escritor albacetense Juan Carlos Gea, Occidente, un largo poema que sigue a los ya publicados por editorial y autor con El Temblor y Lisboa, sábado de Santos de 1755.
Juan Carlos convive desde hace 16 años con el favor de una ciudad que se desparrama hacia el Cantábrico, Gijón, terciada de actividades figurativas y una profunda e intensa vida intelectual. Festivales de cine, teatro, música y artes plásticas no impiden el recogimiento de nuestro poeta y periodista cultural a la hora de plantearse un minuto cada día la incomoda cuestión de nuestra existencia: "Occidente viene a ser un largo ajuste de cuentas en verso con mi espacio y con mi tiempo: el espacio y el tiempo de mi biografía y, el espacio y el tiempo de la porción de historia que me corresponde vivir".
Ha sido una obra largamente pensada: uno de los poemas comenzó a escribirlo a mediados de los noventa, tiempo suficiente para asentarse en un lugar provocado por el azar, no buscado ni perseguido sino encontrado; sin embargo, descubierto como un excelente bálsamo a su compulsiva tendencia a la creatividad: "Sí, en el primer sentido, es un homenaje muy sentido a Gijón y en cuyo paisaje físico y humano he llegado a arraigar; un largo paseo en horizontal –la ciudad tal como es hoy- y en vertical –una cata poética en un suelo urbano que tiene dos mil años- a través de mi territorio común y cotidiano de todos los días. El espacio y el tiempo concretos son los de un crepúsculo: el momento en que el sol se pone y marca así el punto del occidente geográfico. En esta primera lectura, el texto es una especie de oración privada y pagana del anochecer, entre las vísperas y las completas de un día cualquiera en una ciudad del Occidente europeo".

Una ciudad, Gijón, exquisitamente tranquila no obstante, apacible, con los aromas regados de un mar que llega cada mañana de una Europa histórica, veterana, poderosa si cabe, pero que no atiende precisamente a sus previsibles labores de mediación internacional: "de mi mala conciencia, de la mezcla de vergüenza y culpabilidad con que este hecho me carga, precisamente como hijo de Occidente, surgió el pasaje dedicado a la guerra de Irak, quizá el mejor ejemplo de cómo se han ido integrando orgánicamente materiales que la propia vida y la historia me han ido proporcionando durante su escritura".

 Juan Carlos Gea ahora ejerce de freelance, independizado de su trampolín asturiano, el diario La Nueva España, con quien mantiene una excelente relación fraternal y profesional: "ya he hecho la revolución laboral del siglo XXI: el teletrabajo (contrapesada por el tempor a la contrarrevolución que se generalizará cualquier día de estos: el teledespido)". Aparte de eso, escribe textos sobre arte por devoción o por encargo "felizmente, esas dos cosas suelen coincidir" y colabora ocasionalmente con Cyan, una empresa gijonesa, en publicaciones institucionales y de empresa, proyectos museográficos, campañas publicitarias…

Se hizo mayor pues aquel joven albaceteño al que un día rescataron de la propia cantina del Instituto 3 de su ciudad para presentar un magazine en la radio y que tras una intensa vida cultural en Albacete (de entonces data su primer trabajo poético: Trampa para niebla) acabó nada menos que como Delegado de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha.


Delegación y Cultura

Cuantas veces hemos pensado que delegaciones, comunidades, ayuntamientos o diputaciones no tienen el suficiente tino (a lo peor les sobra) para nombrar un responsable de cultura del gremio y dejar que los pertinaces administradores del estado acompañen sólo asumiendo el trabajo sucio de intendencia. Por una vez, la administración acertó con Juan Carlos Gea, aunque, en realidad, pudo ser un desliz del presidente comunitario José Bono (aquellos días andaría de ejercicios espirituales):

En Albacete tuve también, a modo de despedida profesional, una experiencia que fue, en cierto modo, la que constituyó la travesía de lo que Conrad llamó "La línea de sombra": el fin de la adolescencia y la primera juventud y el ingreso lo que viene después, y donde estamos, sea esto lo que fuere. Durante un año casi de reloj fui delegado de Cultura, Juventud y Deportes de la Junta de Castilla-La Mancha en Albacete, tras la, para mí y para el resto del mundo, sorpresiva petición del entonces consejero, Juan Sisinio Pérez Garzón. Creo que nunca he conseguido dar tantas patadas en tantos hígados de una sola coz. Fue la experiencia más extraña -en el sentido de absolutamente ajena a mi persona, a mis aspiraciones y mi modo de ver y de vivir el mundo- de toda mi existencia: un año intenso, aleccionador y en bastantes ocasiones hilarante y hasta granguiñolesco en el que trabajé como una mula, engordé como un buey, derroché con total deliberación y cálculo toda la ingenuidad que me quedaba -incluso para quitarme aquel marrón de encima-. Un año en el que me quité también de encima a una edad muy oportuna (27 años) cualquier prurito posterior de ser jefe de nada, lo cual me ha permitido mucha paz de espíritu y aún más tiempo libre, y en el que, sobre todo, como en una novelita de iniciación, confirmé empíricamente unas cuantas hipótesis morales y políticas que, si bien tienen que ver básicamente con el sentido común, está bien contrastar en propia carne cuanto antes para no llamarse después a engaños.

Pero, al margen de todo eso, que es la parte aburrida, el de la Delegación fue el año en el que más cosas pintorescas llegué a hacer (y ya había hecho unas cuantas) desde reducir con buenas razones a un vecino de Almansa que entró en el despacho con un cuchillo de monte hasta abrir jornadas de colombofilia (en Tobarra); inaugurar piscinas (en Pétrola); llevar del brazo a la reina de las fiestas y echar luego un pasodoble (en Pozo Cañada, o quizá Pozohondo); dar pregones subido a un carro (en Tiriez); perder horas sin cuento en el coche oficial o en reuniones absurdas (en todas partes); discutir con curas y con alcaldes mendicantes (en el propio despacho); poner música en una residencia universitaria (en Albacete); co-inaugurar exposiciones de pintores gijoneses (en París), o desayunar a menudo con un conserje de lujo, como el gran Camilo Fuentes, algo que sospecho que no sentaba demasiado bien a mis jefes de sección. También tuve tiempo, finalmente, de montar -como un campeón del candor, y en un gesto que me ha ayudado a dormir siempre a pierna suelta- una considerable traca de despedida sólo por negarme a pedir favores o a traficar con influencias; es decir, por comportarme como un buen civil, no como un mal político, lo cual, por fortuna, me permitió dimitir de aquella vida y dejársela -puedo jurar que sin ninguna amargura-, a los profesionales, que son gente seria y que sabe siempre cómo comportarse".

Juan Carlos Gea fue cesado automáticamente en septiembre de 1992 por la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha presidida por José Bono, sin cumplir un año en el cargo, al publicar el diario local La Verdad de Albacete que el delegado de cultura hacía la mili como Objetor de Conciencia.
Poco después, una hernia inguinal mal curada le llevó casualmente a un hospital de Gijón donde le hicieron un trabajo soberbio, de tal manera que terminó casándose con la doctora que le atendió. Albacete quedaba automáticamente relegada a ése plano místico de las felicidades nativas guardándose para el Cantábrico ésa pócima de humor áspero y borde que todo albaceteño de bien debe conservar y los recuerdos de infancia, adolescencia y primera juventud: "Albacete es el pequeño escenario diario en el que hice mi primer acopio sensorial y sentimental: la luz, el aire, el cambio de las estaciones, los colores, los sabores y olores, la dicción, la forma de vivir… Un bagaje decisivo porque consolida las referencias ante las que, inevitablemente, aquilatas todo lo que vendrá detrás desde el fondo mismo de tu conciencia. En el fondo, hasta hace bien poco, el lugar donde nacías era, por defecto, el lugar donde deberías acabar. Y eso siempre pesa.
"Con menos metafísica: Albacete es ni más ni menos que la ciudad en la que nací; en sentido crudamente etimológico y en absoluto ideológico, es mi nación. Es la ciudad en la que he vivido casi exactamente media vida: 22 de mis 45 años. Los decisivos: aquellos en los que atravesé mi infancia, mi adolescencia y mi primera juventud. Y como resulta ser que fui un niño, un adolescente y un jovenzano insultantemente, casi estúpidamente feliz, la conclusión del silogismo está clara: Albacete es el territorio de mis felicidades nativas. Y a eso hay que añadir que muchos de los elementos que propiciaron esa dicha siguen ahí: mi familia, mis amigos del alma, las nostalgias más abisales y más primarias, mis pecados gastronómicos inconfesables, el sentido del humor áspero y borde en el que más me identifico. Y un paisaje urbano, y no tanto, al que aún puedo volver en espacio, ya que no en tiempo: el Vidal, el Torito (la Luna, ay, ya no), mi decisivo “Andrés de Vandelvira”, el perfil del cerro de Chinchilla visto desde los andenes...
De ahí que vuelva todo lo que puedo"
.

El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 9/2/2009

8.2.09

Occidente, por Monsieur Leve




Después del bellísimo poema romano titulado Rompehielos, de un barroco afrutado lleno de volutas y sorbos de agua fría, y un cremoso capricho de Bernini, el ya no tan joven Juan Carlos Gea (Albacete, 1964), reincidente en la belleza, nos ofrece Occidente (ediciones Trea, Gijón, 2008), su libro más reciente. Un largo poema fragmentado, de una madurez lírica asombrosa en el
que, con imágenes poéticas sin precio que rozan con sus alas a Valéry sin olvidar a Sarrión, ni a Benjamin "bajo el férreo costillar de los pasajes",
nos muestra la gran epopeya del mar, la debacle asustada, refugiada en la paz de los puertos, la ahora quieta bahía, y la ciudad en la que ahora vive, que nace del naufragio, de la fábula que el viento arrastra hacia el
interior. Y el ensimismamiento, desde la rada o la ventana, del poeta ante
la memoria de esa ciudad, guardada por las benéficas ballenas del invierno, balizada por densos arcoiris de petróleo, alumbrada por los destellos del faro, que cuenta para poder dormir mientras el Imperio va cayendo en el sopor. La cota más alta de toda la poesía albaceteña. Una aproximación definitiva a la maestría. Dante en el devastado purgatorio.

Monsieur Leve

2.2.09

Sid Vicious, la cara amarga del punk





el lunes 2 de febrero se cumplieron 30 años de su muerte
Hay que reconocer que no es una efemérides para sacar marjorettes, pero la muerte el 2 de febrero de 1979 de Sid Vicious, bajista ocasional de Sex Pistols, significó un gran portazo a la efímera pero brillante historia de la música punk, un estilo musical bautizado así por los cronistas de la época, peyorativamente, como una manera de clasificar a las pandillas desacomodadas en el Londres de 1975, sumido entonces en una profunda crisis económica y política y un escandaloso desempleo que hicieron de las guitarras metralletas y del imperdible y el cuero su imagen de marca. Ácratas, descontentos, cabreados por todo y sin ninguna ventana abierta al futuro las canciones gritadas en dos minutos solucionaron alguna liberación hormonal.

Sid Vicious, o si lo prefieres John Simon Ritchie, estaba allí esos días y sus referencias familiares no podían ser más propicias para un punkarra: padre que sale por piernas y madre abonada a la aguja y las anfetaminas. Ideal de la vida. Si al muchacho le dio por tocar la guitarra y bramar su ira en canciones de tres acordes tampoco era lo peor. Sin embargo, y dentro de lo estrictamente musical y sin referirnos en concreto a Vicious, el punk aportó a la música contemporánea, al rock, una liberación absoluta de los códigos reiterativos y sospechosamente cargantes a los que nos habían llevado los entonces glorificados maestros del género. Dicho de otro modo: las glorias del rock se habían hecho insoportables. Evidentemente no todos los músicos del punk fueron tan patanes como Sid Vicious, a quien tenían que sustituir en las grabaciones importantes porque o no tenía el nivel o iba hasta el culo y la historia habla de gestas memorables como, sin ir más lejos, aquel manifiesto bíblico titulado Never mind the bollocks, de los propios Sex Pistols o toda la discografía de The Clash, Siouxie and The Banshees, los rockanroles de Eddie and The Hot Rods, The Dark, Violators, los americanos Dead Kennedys, no digamos ya los neoyorquinos Heatbreakers y si apretamos la chupa, los Ramones. El punk surgió como una burla a la rigidez de los convencionalismos y se hizo un hueco con toda la autoridad que marca cada época en la música rock. Siempre habrá que celebrarlo.
Sid Vicious lo hizo. Sabía que estaba ocurriendo algo célebre y quiso parte del pastel. Al principio montando peleas con críticos musicales (al de Melody Marker le abrió la cabeza con unas cadenas de motocicleta), después haciéndose notar en los conciertos de Johnny Rotten y los suyos como un groopie con pedigree hasta que fue admitido en el grupo más por su pose e imagen de inadaptado que por, obviamente, sus cualidades musicales: "no era tan malo para canciones de tres acordes", decía Johnny Rotten, recordándole hace poco. Cuando conoció a Nancy Spungen, su chica para toda la vida, inició el ascenso a los cielos para desde allí lanzarse al mundo: olvidó el paracaídas.


El Hotel Chelsea está en el 222 de la calle 23 de Nueva York, entre la séptima y octava avenida. En ése hotel vivieron y escribieron algunas de sus obras el poeta Dylan Thomas; el escritor americano Thomas Wolfe, que pasó allí el último año de su vida; Arthur Miller, que escribió en una de sus habitaciones Panorama desde el Puente entre otros trabajos y una ingente tropa de rockeros y gente del business musical que llegó hasta Sid Vicious, acusado de acabar allí mismo con la vida de su novia Nancy tras otra de sus conocidas pláticas embadurnados de caballo, ambos, hasta las pestañas. La bañera y la habitación 100 donde encontraron a Nancy no la enseñan ahora pero es verdad que no ponen impedimentos para que uno llegue desde fuera y haga las fotos que quiera del hall e interiores, donde se aprecia ya el estilo independiente y algo kitsch que define no sólo la idiosincrasia del hotel sino a sus propios clientes. Vicious salió de allí escoltado e inculpado.



Malcom McLaren, mánager de los Pistols, asumió los 30.000 dólares de la fianza y le buscó algunos colegas conocidos como Mick Jones de The Clash, el bajista original de los Sex Pistols Glen Matlock, Rat Scabies de The Damned y Arthur Kane, Jerry Nolan y Johnny Thunders (otro que voló) de los New York Dolls para ayudar a los gastos de lo que se le venía encima: una acusación de asesinato, nada menos.
Prácticamente no hubo tiempo para ello: Cómo le vería su madre tres meses después del incidente que una noche le dio unas "aspirinas" y "Calcio 20" para unos chutes revitalizantes, mamá ella tan preocupada y maternal. Aquella noche, Sid voló definitivamente a la historia; en su vuelo alguien le oyó mascullar: "Volveremos en el 2008, seremos felices, no seremos infelices jóvenes urbanos, sino "mutantes" del cosmos". El 2 de febrero ha hecho 30 años. Desde entonces, el punk ya no fue lo mismo.


El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 1/2/2009

1.2.09

Flashing: La vida más corta

La vida en un segundo. En ése instante todo sucedió: las viejas cantinas de Richmond y su eterno aroma a malta destilada del cereal más rico, la cebada, blues afincado en el viejo cruce de caminos en Alabama; guitarra a punto de arder a los infiernos en la ceremonia pagana del sacrificio. Monterrey y la celebración del primitivo carnaval de las animas. Un soplo, un relámpago, y ambos tendidos sobre el agua de una piscina el primero, envuelto en un torrente de espasmos y nauseas el de la derecha. Brian y Jimi, hermanos y unidos en el rápido viaje a la eternidad