15.5.20

ATRACO EN EL MUSEO


Escrito del periodista y escritor Andrés Gómez Flores dirigido a los medios de comunicación referente a la reciente decisión del Ayuntamiento de Albacete de trasladar el Registro Municipal y la Unidad de Atención Ciudadana del Padrón al espacio ocupado durante tantos años por el Museo Municipal en la Plaza del Altozano, antiguo Ayuntamiento de la ciudad.
STONE se une de esta manera al presente escrito y a la protesta generalizada de los artistas de Albacete.


ATRACO EN EL MUSEO

No son políticos, ni son hombres y mujeres de mundo, aherrojados por el valor y la furia que da defender el bienestar y las conquistas de sus vecinos. No son, desde luego, hombres y mujeres de los que quepa esperar un solo sacrificio por el progreso de su ciudad; ni siquiera son unos infelices a los que cualquier traje les viene grande. En el Ayuntamiento de Albacete son unos catetos.



El comentarista taurino y comercial publicitario Vicente Casañ, que llegó a la alcaldía mediante la sucia carambola de billar de García Page con el consorte de Malú, sí está haciendo daño a la ciudad. Todo su fulgor populista-radiofónico; toda esa enjundia engolada, propia de quien no sabe ni entiende nada que no sea lo taurino; todo ese espectacular buñuelo había sido elevado a la categoría de alcalde de Albacete. Pero los albaceteños estamos hechos para soportar eso y mucho más, aun cuando este pollo patine una y otra vez sobre pistas de aceite.

Puede que el mundo no se rompa. Puede que el mundo ni se inmute por eso, pero Casañ acaba de cargarse el llamado Museo Municipal. No sé lo que dirán los pintores que exponían y deberían seguir exponiendo en esas salas. Sé que han presentado firmas. Los abajo firmantes que suscribíamos denuncias, protestas y quejas durante el franquismo, sabemos el escaso valor que eso tiene. Pero también ellos, los políticos, lo saben, y están seguros de que echándose la manta a la cabeza, en cuestión de semanas, tema zanjado y a otra cosa mariposa.

Somos los ciudadanos todos, y no solo los artistas, los que debemos protestar porque Casañ nos robe un museo así, por las buenas, como si fuera el mago Tamarid. Casañ es aquel que ayer no más decía: “Os confieso con total sinceridad, que como alcalde de Albacete y, más aún, como vecino de nuestra ciudad, me enorgullece de manera singular la promoción de nuestra cultura. Porque la cultura nos hace mejores. La cultura es la huella que dejamos a las generaciones venideras como testimonio de nuestro paso por la vida (...) Y sigamos reivindicando desde cada museo, desde cada sala de cine, desde cada espacio escénico, que Albacete es y será ciudad de la Cultura, ciudad de progreso y ciudad de encuentro” (presentación del catálogo de la exposición Lozano, los últimos años, en el Museo Municipal de Albacete, del 12 de noviembre al 12 de diciembre de 2019). Por la boca muere el pez. Y también el charlatán y el trápala. O sea, la persona que habla mucho y sin sustancia, además de falsa y embustera. Eso dice el diccionario de la Real Academia.

No se me escapa que, viendo lo que pinta el alcalde, la decisión final proviene de los socialistas, encabezados por ese vicealcalde del que la historia judicial hablará algún día –todos parecen saberlo pero nadie dice nada-, manejado a su vez por la oscura concejala de Hacienda, verdadera dómine de la Casa Page. Los concejales del PSOE, en mi opinión, han empujado a Casañ para que haga el papel de tonto útil y sea él quien pase a la negra historia de quienes han atentado contra la ciudad. Son tan responsables como los concejales de Ciudadanos.

Casañ afirma –he ahí el valor de su palabra- que, si dentro de un año, cuando él ya ni siquiera será alcalde, las oficinas del Registro siguen estando en el Museo, él dimitirá. ¿De qué? ¿Renunciará a su acta de concejal? Porque dentro de un año ya le habrá sustituido su secuaz, Emilio Sáez, el “socialista” de Amiab. ¿Por qué esos brindis al sol de mal torero, Casañ? Por siempre será usted el alcalde que mandó cerrar las salas de exposiciones del Viejo Ayuntamiento para convertirlas en paneladas oficinas burocráticas y funcionales, cargándose de un plumazo el anhelo de tantos artistas y ciudadanos; gente odiosa para el poder, incluido este breve y pírrico poder suyo. Quedará en nuestra modesta y local historia como el hombre empaquetado en un traje azul que nos robó un museo. Mi enhorabuena.

Quizá, señalado siempre con el dedo negro de la cultura, usted vuelva un día a los toros a ejercer su oficio. Para nosotros, usted habrá pasado como un mal sueño y exigiremos a quienes nos gobiernen, si quieren nuestro voto, que devuelvan el museo a lo que fue. Quizá comprenda entonces que no es bueno llenarse la boca con una palabra tan afilada como es la palabra Cultura. Entre tanto, hágase la merced de leer al esclavo romano Epícteto, quien buscaba llevar con dignidad los embates de unos tiempos tempestuosos tan parecidos a los nuestros. Usted, Casañ, sépalo, “atraca” a esta ciudad robándole su museo más próximo y querido. Nunca lo olvidaremos porque, como dice Elías Canetti, “un dolor que se olvida, no es un dolor”.
Adiós, señor Casañ. Usted lo pase bien. Cierre la puerta al salir.


Andrés Gómez-Flores