EL TESORO DE LODARES
CAPÍTULO V. OTRAS VOCES
En
1968, Albacete, como el resto de España, vivía su delirio particular sumergido en aquella hibernación obligada a la que nos
sometían año tras año los diferentes gobiernos del Nacional Catolicismo. El mayo francés, la primavera de Praga, el Black Power en Chicago, los sueños de California y en general todos los movimientos
colectivos de la protesta internacional discurrían silenciosamente ante nuestro sistema
receptivo como cargas de algodón ocultas en el canto rodado de una
columna perdida de la revista nacional Triunfo, de una sagaz reflexión en el
diario vespertino Informaciones; de una más que polémica
representación teatral independiente de Los Goliardos en el Colegio San Juan Evangelista, el Johnny, de Madrid, o La Cuadra de Sevilla, del grupo Tábano o Els Joglars o de un concierto en la Facultad de Económicas madrileña de algún militante de libertades, el valenciano Raimon, por ejemplo. Massiel había ganado Eurovisión
y eso era lo importante; sin desdeñar la vergonzosa presencia de aquel hijo de
médico vividor que había ganado otra competición no menos significativa, el
Festival de Benidorm, Julio Iglesias; o el amaneramiento exagerado de aquel bufón de la corte llamado Raphael a quien por cierto, Albacete recibió a tomatazos en el Parque de los Martires uno de aquellos veranos (¿quien sería y porqué?...).
El pop en España se veía desde un prisma competitivo (ventas, popularidades, televisión esperpéntica), en ningún caso creativo, vanguardista. Todo el que se saliera del aquel guión iría a parar a los leones.
El pop en España se veía desde un prisma competitivo (ventas, popularidades, televisión esperpéntica), en ningún caso creativo, vanguardista. Todo el que se saliera del aquel guión iría a parar a los leones.
Ignacio
Valero fue un creativo y era de Albacete. Quizá fuera la razón por
lo que Ignacio no aguantara mas de un año con aquel grupo de la Generación Juvesonic llamado Los Ronnys.
Gracias
a la intensa actividad desplegada desde el club que llevaba su
apellido, Ignacio sabía lo que estaba sonando en el resto del mundo
y era uno de sus mas fieles entusiastas. Por eso cuando debutó en
público en el colegio de Escolapios con Los Anthony`s cantó un tema
de The Troggs y otro de aquel formidable dúo neoyorquino que hacía
auténticas virguerias con las voces, Simon and Garfunkel.
Los Anthony´s. Canta Ignacio Valero. El guitarrista de la derecha es Antonio Cordón, Monty |
Con
Monty de guitarrista, con otro chaval de la banca
privada, un tal Victor, otro llamado Antonio (de ahí el nombre del
grupo) y un interno del propio colegio de Escolapios, Ignacio Valero
comenzó a exhibir sus amplios conocimientos del pop. Claro que
aquello sólo dio para otro concierto más en el colegio de las
Dominicas, marco incomparable para, como hubiera dicho Adrián
Navarro, "estirar el cuello".
Nos
habíamos conocido curiosamente en otro ejercicio que nada tenía que
ver con aquello, el del fútbol. "Si con el nueve a la espalda
es tan estilista y habilidoso, teniendo los discos que tiene y sabiendo lo que
sabe de Brian Jones y Bob Dylan, no veo porque no debe serlo también
con un AKG entre las manos", pensé, utilizando la conocida Lógica Morgan. Desde luego no estaba
equivocado porque Ignacio Valero cantaba mucho mejor que yo, le sabía
dar el tono adecuado a cada versión y si con Los Ronnys llegué a
componer la única canción propia de su repertorio (creo que la
única que he compuesto en mi vida), un tostón llamado "Sin tu
amor", ése no iba a ser problema para Ignacio que además
componía acertadamente como luego se verá.
Pero
Ignacio también duró poco en Los Ronnys:
"Lo
pasé francamente bien con ellos, pero me costaba mucho trabajo
ensayar porque las canciones que escogían estaban descaradamente
dirigidas ya a la "pachanga" y a mí los que me gustaban
eran Los Beatles, los Stones y Bob Dylan. No podía con ellas, no podía
con "Cuore Matto" de Little Tony, ha sido una de las
canciones que mas he odiado en mi vida. Federico, el batería, solía
decir en las actuaciones: "Vamos con el Economatto" y yo me
partía. También recuerdo a Agustín Alajarín, un tipo
extraordinario y buen guitarrista, gritar al oír una guitarra
distorsionada: "¡Déjadla a ver si se hace piazos¡".
Gente encantadora, pero en otra onda". (Ignacio Valero)
A
Ignacio Valero le debió llamar más la atención la llegada al club
de la calle del Muelle de un chaval madrileño, Ángel Luis González
Belloso, que ya tenía su curriculum musical iniciado con los
Dinámicos Boys en 1962. Ángel Luis efectivamente cantaba muy bien,
no era rockero, ni popero, ni sabía demasiadas cosas de Dylan, pero
entonaba muy bien y tenía cierta frescura a la hora de componer, de
crear, y eso era lo que llamaba más la atención de Ignacio. Ángel Luis seguía
siendo un témpano en escena, soso, tímido y con escasa inclinación al show,
pero se podía decir que tenía una voz muy delicada y sabía
utilizarla en las canciones melódicas. Ambos cedieron en sus
instintos creativos y comenzaron a intercambiar conceptos. Así, Ángel
Luis realizó una más que loable versión del "Green back dolar" de Kingston Trío, lo que terminó de convencer
a Ignacio.
Ignacio y Ángel Luis en el Productor B |
"Mi
alma está mojada", del propio Angel Luis, también brilló
excepcionalmente en unos Juegos Florales a los que también seguían
aferrados como lapas nuestros prohombres de la Delegación de
Cultura.
Utilizaban
guitarras acústicas en sus recitales, instrumento que Ignacio había
llegado a dominar discretamente gracias a las enseñanzas de un Luis
Arteaga que por aquellos años (Sol Naciente) no paraba de marcar
directrices. Cuando se descuidaba Angel Luis, su novia y sus
hermanos, los González Belloso, Ignacio montaba el taco con "Tell
my Why" de Los Beatles o "Suddenly you Love Me" de
Tremeloes. Y si los González Belloso fueron decisivos en la
disolución de los Dinámicos Boys en el 62, la novia de Angel Luis
fue la gota que colmó la paciencia de Ignacio Valero en 1968. Lo de
aquel madrileño caprichoso aquellos años no tuvo arreglo: Ángel Luis ni hizo ni dejó hacer.
Ocurrió
el 18 de julio. Los inagotables guionistas de la cultura albaceteña
habían montado en la Piscina de Educación y Descanso su nunca
justamente reconocido Festival de la Canción del Trabajo. Mientras
los jóvenes de medio mundo se debatían entre la disyuntiva de la
revolución pacifica argumental o la simple toma del poder, en
Albacete se festejaba el servicio obligado al sistema alienante.
Allí, en el centro de aquella terrible discusión estaba la novia de Ángel Luis González quién le conminó a que le demostrara su amor
públicamente no compareciendo en el festejo:
- La música o yo, le espetó la moza
Angel Luis, que nunca demostró una personalidad definida se inclinó obviamente por ella, la novia. Había triunfado el amor y habían dejado de existir Ignacio y Angel Luis. Al final, efectivamente, Ignacio Valero compareció sólo ante los micrófonos, el cual, quién sabe si premonitoriamente, cantó "La respuesta está en el viento" del maestro Dylan y una composición propia llamada sarcásticamente "Libertad", con la que consiguió el segundo premio pese a la malévola y beatífica sonrisa del presidente del jurado.
- La música o yo, le espetó la moza
Angel Luis, que nunca demostró una personalidad definida se inclinó obviamente por ella, la novia. Había triunfado el amor y habían dejado de existir Ignacio y Angel Luis. Al final, efectivamente, Ignacio Valero compareció sólo ante los micrófonos, el cual, quién sabe si premonitoriamente, cantó "La respuesta está en el viento" del maestro Dylan y una composición propia llamada sarcásticamente "Libertad", con la que consiguió el segundo premio pese a la malévola y beatífica sonrisa del presidente del jurado.
Un "tal" Isidro Martínez fue el triunfador de aquella nueva demostración
de saber y, sobre todo, poder.
En
otra ocasión y con motivo de un nuevo concurso de la delegación de
Cultura celebrado en la pomposa Caseta de los Jardinillos, distraigo
luego existo, Ignacio Valero, ya en solitario cantó como sólo él
sabía hacerlo "Los tiempos están cambiando" del siempre
eterno Dylan. Tampoco ganó. Los tiempos cambiaban, pero no había
demasiada prisa.
Curiosamente, en aquellos años donde se cantaba el estrangulamiento por abandono del resto de los jóvenes grupos de la capital en Albacete coexistían dos dúos. Uno era el de Ignacio y Ángel Luis, claramente influenciados por la generación beat, o beatnick, el otro estuvo formado por Isidro y Valentín.
Isidro
Martínez era ya entonces un cotizado guitarrista que había iniciado
sus pasos en un grupo pop albaceteño, Los Nijar. Su presencia física
no era la mas adecuada a la imagen que se pretendía tener del
guitarrista moderno y arrollador. Isidro siempre fue un joven
corpulento, alto y ciertamente ancho, o sea, gordote. Pero Isidro tocaba la
guitarra como pocos en Albacete. Sus tendencias, como las de su
compañero Valentín Bautista eran mas cercanas que las de sus
rivales "dylanianos". Utilizaban el repertorio de incipientes figuras
del protesteo nacional como el asturiano Víctor Manuel o aquel chico
catalán llamado Juan Manuel Serrat, aunque pronto se iniciaran
también en la creación propia, puesto que tanto a Valentín, un
aseado y guapo mozo, como a Isidro les había llamado la diosa de la
inspiración a su puerta y componían alguna letra que otra. Los dos
trabajaban en la Caja de Ahorros Provincial de Albacete, por entonces
auténtico vivero de jóvenes prometedores y pronto se convertirían
en el dúo omnipresente de todos los festivales y concursos que
organizaba la infatigable delegación de la juventud. Valentín
cantaba con voz refinada y educada, presta al mínimo matiz de sus
creadores e Isidro se ocupaba de hacer atinadamente la
segunda voz, componía la música de aquel mínimo
repertorio propio y naturalmente tocaba la guitarra.
Foto promocional de Isidro y Valentín |
No
iban desencaminados porque gracias a aquella decisión a Isidro y
Valentín les vio media España en Televisión Española. Fue en el programa refugio de nuevos creadores nacionales
"Música 3" y ocurrió antes de la comparecencia de Ignacio
y Ángel Luis en el mismo programa. Ese día cantaron "Amigos son
amigos", una canción de Isidro Martinez y ése día comenzaría
la etapa mas prolífica y creativa del dúo porque gustaron a todos. El popular locutor y showman Joaquín Prat, entonces en la Cadena Ser, se encaprichó con ellos
gracias a una cinta que el siempre voluntarioso y dinámico locutor
albaceteño Manolo Jiménez, de Radio Popular, les había grabado en
la emisora albaceteña con temas del legendario Pete Seeger. Entre
unos y otros, Isidro y Valentín pronto se verían compartiendo
escenario con las fuerzas vivas de la "nueva canción españols": Patxi Andión, Ricardo Cantalapiedra o Nuestro Pequeño Mundo entre
ellos.
Pronto
llegaría la llamada esperada, ésa por la que suspiran todos los que
de alguna forma apuestan fuerte y dedican todos sus esfuerzos al
objetivo final: la fama y el reconocimiento popular, algo que pasa
imprescindiblemente por la grabación de un disco.
Fue
Benito Laurel, de Columbia Discos, el que tras la prueba de rigor en
el propio sello discográfico rápidamente se apresuró a zanjar un
contrato que como todos los que solía hacer por aquellos años la Industria era
ciertamente leonino: compromiso exclusivo de 5 años, grabar y editar
un sencillo (dos canciones) cada año y cada dos un álbum de unas 12
o 13 canciones. Naturalmente, Isidro y Valentín se llevarían un
porcentaje, no cuantificado, de las ventas. De aquellos y posteriores
años nunca se pagó nada a nadie que no superara las 100.000 copias
vendidas, pero eso, en semejantes situaciones, quizá era en lo que
menos se pensaba.
- En
aquellas circunstancias es como si te dicen que tienes que pasar 30
años atado a la pata de una cama (Isidro Martinez).
A
Isidro y Valentín les había costado su trabajo, sus penurias, sus
sacrificios, tanto en Barcelona como en Madrid, llegar hasta ésa decisión tantas veces soñada. No se lo pensaron dos veces y tras
cerrar el trato con la casa y con el arreglista asignado, el
prestigioso músico de Los Relámpagos, Enrique Herreros, un hombre
que con Ignacio Armenteros estaba entonces en la élite de las
producciones discográficas nacionales, volvieron a Albacete a
descansar de tanta aventura y ajetreo justo los 15 días que tenían
hasta la grabación de lo que hubiera sido el primer disco pop de
unos músicos albaceteños.
Nada
de esto ocurrió:
-Cuando
se cumplieron los 15 días, el padre de Valentín dijo que no le daba
permiso para realizar el viaje de la grabación porque lo veía muy desmejorado, había estado demasiado tiempo fuera de
Albacete -razonó- y desconocía que iba a ser de él los próximos meses. No fue posible convencerle, Quise
volver yo solo, me monté las canciones con mi voz, pero ya no era
igual, el contrato era por los dos y no quisieron. Aquello me dejó
descorazonado. Fue, desde luego, un fallo de impaciencia paternal y
desconfianza hacía unas personas que por otra parte no habíamos
roto un plato en nuestra vida. Teníamos nuestras novias, las cabezas asentadas y vivíamos
una vida tranquila" (Isidro Martinez).
Ellos,
jóvenes que no habían cumplido los veinte años, se lo habían hecho
todo. Habían cortado con los peligrosos y a veces indisolubles lazos
de una entidad bancaria, muro infranqueable para quienes persiguen
objetivos mas creativos e individualistas; se habían presentado en sectores y territorios devoradores de ideas y sueños y habían salvado el escollo
con nota; una casa discográfica de renombre les había abierto una
puerta al éxito y sobre todo el proyecto estaban ellos, dos chicos
jóvenes sin problemas en la vida, con un comportamiento calificado de
ejemplar por sus propias familias y sin ningún atisbo de tentación
política ni libertaria. Pero para el padre de Valentín Bautista
aquello no era suficiente. No le vería casi nunca, no le controlaría
casi nunca, ni estaría con él en los momentos de debilidades: fuera
de Albacete, expuesto a las innumerables calamidades que suelen
sufrir los artistas primerizos y con la excedencia de la Caja de Ahorros
consumiéndose grano a grano en aquél imaginario reloj de arena que
le había concedido la empresa. Demasiado para el Sr. Bautista.
Isidro Martínez en los tiempos Nijar |
Aún
rozaría las mieles de la intocable Industria del disco Isidro
Martinez. Sería con Los Group, una banda de acompañamiento del que
fuera cantante de los apabullantes Dixtorsión en los setenta, Tony
Arcos. Grabaron una maqueta para un sello discográfico pero no debió
de ser del gusto de los prepotentes ejecutivos de aquel sello cuando no
mostraron ningún interés por la grabación
Lo
que sí resultaría sonado, al menos en los círculos musicales de la
villa, sería la grabación del famoso espiritual "Dies Israe"
en la emisora Radio Popular. Manolo Jimenez, incansable e inasequible
al desaliento reunió en aquella grabación hoy histórica a Luis
Sánchez el Lobo y Luis Arteaga de los recordados Trasgos,
a Jesús Arbujel, batería que fuera de Los Chicos y de mil orquestas
más en los setenta, a Ignacio Valero, Isidro Martinez y los fallecidos
Paco, batería de la orquesta Los Brujos y El Boli, otro músico
cotizado en el ya importante mundillo de la "pachanga".
Había más músicos que ahora se pierden en la memoria y otra
canción en aquella sesión de grabación que queda para la posteridad: "Io Io", de Bee
Gees. El técnico de la emisora, Antonio Carpintero, volvió a trabajar en los estudios de Radio Popular de la calle Mayor como un jabato con
los muchachos hasta altas horas de la noche, en una grabación que se
emitiría los días siguientes en el programa "Club Gente Joven"
y que ahora Jesús Arbujel guarda como oro en paño, como una
reliquia de lo que en parte fueron los sesenta y en definitiva, como
el documento sonoro de aquellos años de ilusiones.
- Fueron
de verdad unos años de ilusiones más que de otra cosa. No sabíamos
nadie nada. Ni afinar bajos, ni conocíamos ningún secreto de
sonorización ni nada por el estilo. Los chavales de ahora tocan
infinitamente mejor que nosotros y saben muchas más cosas. Nos
volvíamos locos para sacar una canción de Los Beatles. Entonces
estaba toda la música por inventar. A mí por ejemplo me gustaba
tocar con Casimiro Ortega porque el sí era un artista y un músico, venía de
Barcelona y sabía muchas cosas que nosotros desconocíamos. Mientras
él tocaba, nosotros hacíamos raka-raka (Isidro Martinez).
Desde
que dejé a Casimiro Ortega envuelto en ribetes de purpurina, debajo
de un gran sombrero mejicano, hasta que le volví a ver unos años
después en la carátula de un single del grupo catalán Siglo XX
pasaron algunos años y muchas cosas en la vida de este fino y
estilista compositor albaceteño.
Casimiro Ortega en 1976 |
Con
aquellos incipientes 12 años Casimiro y su inseparable guitarra ganaban concursos infantiles y con su desparpajo hacía las delicias de cualquier auditorio adulto. Tenía una
verborrea impropia de un chico de su edad y en todo momento se veía
dueño de las situaciones. Según se mire, Casimiro se pudo adelantar
a su tiempo o quizás llegara un poco tarde, porque lo que está
claro es que andaba metido en medio de una gran confusión,
la que entonces tenían los que dirigían los designios del show
business nacional. Se ha comentado aquí frecuentemente por algunos de los protagonistas que en aquellos años en Albacete nadie tenía idea de nada y en
aquel desbarajuste de conocimientos no hubiera sido nada extraño que a Casimiro le
hubiera tocado el rol de niño prodigio, pero, curiosamente para ese entonces ya era demasiado maduro
para interpretarlo con convicción. Sin embargo para otras
experiencias más moldeadas era demasiado joven. Un lío. Un lío que
tuvo que pagar el propio Casimiro con la incómoda y desesperante
espera: el tiempo le daría las respuestas.
La primera y más práctica fue la de enviarle a una Universidad Laboral para que adquiriese los conocimientos indispensables que le iniciaran en el mundo profesional. Para ello estaban las Mutualidades Laborales que tras la correspondiente solicitud facilitaba el camino profesional a los jóvenes cuyas familias no estaban económicamente preparadas para afrontar una carrera universitaria en colegios mayores o residencias. De unas cuantas que había en España a Casimiro Ortega le tocó Tarragona, justo en la zona donde se estaban escribiendo las páginas mas célebres de nuestro pop sesentino. Casimiro fue allí a estudiar ingeniería técnica y aprovechaba las tertulias de la tradicional siesta española para dormir a los compañeros a base de relajadas suites de laúd, bandurria y guitarra. No tardó en reunirse con otros coleguillas de estudios para cambiar el repertorio y dedicarse con verdadera afición al versioneo de los temas que interpretaban con éxito las 1.347 bandas de la zona. Las canciones las escucharían posteriormente los alumnos y compañeros universitarios en cada una de las frecuentes fiestas y verbenas que se organizaban en el mismo centro.
Al
principio, en aquel grupo de compañeros que bautizaron como Los
Nuevos, Casimiro tocaba el bajo. Como no tenían aún el material
adecuado le había quitado dos cuerdas a su guitarra española y le
había puesto una pastilla. Aquel invento y las otras dos
guitarras las enchufaban al pequeño amplificador del centro
universitario y allí "se podrían freír una docena de huevos, aquello quemaba literalmente, pero no había otra cosa" (Casimiro Ortega).
Portada del single Algo que nos pasó de Siglo XX. Casimiro Ortega está agachado a la izquierda |
Sus
armas de batalla eran las de todos: Brincos, Beatles, los recién
llegados Bee Gees y Shadows para las instrumentales. Cantaban los
cuatro y habían sustituido a uno de los guitarras por un mocetón de
Sabadell cuyo padre estaba montado en la siempre floreciente
industria textil catalana. Tocaron unos meses en la sala Lauria,
donde ya habían triunfado Los Trasgos hacía un tiempo y esto les
permitió ser reconocidos como uno de los grupos de moda
tarraconenses. Pronto dejaron los estudios para dedicarse casi
exclusivamente a la música porque el potentado padre del guitarra
les colocó en una de sus fabricas de Sabadell. Lo bueno fue que
también les dio cobijo en su propia casa incluso después de dejar
todos la fábrica para que ya como Orquesta Siglo XX no pensarán en
otra cosa que en la música.
Como
Siglo XX inauguraron una prestigiosa discoteca en pleno centro
neurálgico de la movida catalana, en la mismisima calle Tuset, más
conocida en el argot de aquellos años como Tuset Street. La sala se
llamaba "Poupé" y allí había que tocar en smoking, pero
para entonces Casimiro Ortega y sus compañeros ya estaban
preparados para cualquier tipo de experiencias.. El siguiente paso
serían los contratos surgidos en las mejores salas catalanas,
aragonesas y del país vasco.
- En
aquella gira veraniega del 69 solíamos tocar con Los Diablos ("Un
rayo de sol") e hicimos una gran amistad. Fueron ellos
precisamente quienes nos presentaron a Tony Ronald. Concertamos una
entrevista en su estudio, hicimos unas grabaciones para avivar la propuesta y salió la idea
de hacer un disco. La idea de Tony era hacer algo comercial que
sirviera de lanzamiento, pero la verdad es que ni el tema ni el disco
salió como a nosotros nos hubiera gustado. Tuvo una escasa
repercusión". (Casimiro Ortega)
Nos
saludó en su ventana,
nadie
se explica cómo pudo ser,
nos
saludó, hasta mañana,
nos
encontramos más solos que ayer.
"Algo
que pasó" (Think it all over), de Chris Andrews
Fue
un sencillo de Ariola con dos canciones, dos adaptaciones de temas
foráneos. En la cara A, el viejo "Think it all over" de
Chris Andrews, el mismo que arrasara años antes con "Yesterday
Man". La adaptación al castellano y a la partitura, en un
descarado estilo Diablos, la hizo el propio Casimiro Ortega como se
indica en los créditos del plástico y naturalmente la producción
corrió a cargo de Tony Ronald, un holandés que se había forjado
una excelente reputación como show-man, rockero progresivo y
productor/descubridor de nuevas bandas. Actuaba y grababa como Tony
Ronald y sus Kroners y solía llevar en su espectáculo algo que
hasta entonces estaba poco visto en nuestro país: go-go girls, chicas en minifalda que se convulsionaban hasta la
extenuación en una presunta danza ritual con su correspondiente carga
sensual dentro de una coreografía repleta de motivos
multicolores. Todo un show "pre-alucinógeno", decían las crónicas de entonces. El músico holandés versioneaba lo que le
echaran del mercado británico más exquisito, aunque quizá por todo
eso en aquel tiempo no era excesivamente conocido a nivel popular.
Demasiado avanzado. Plato apropiado de turistas playeros de la costa
catalana, en definitiva. A los pocos meses arrasaría en el mercado
español con su popularisimo "Help (Get me some help)":
"Siempre
he pensado que ésa canción podía haber sido para nosotros porque
no encajaba en el estilo habitual de Tony Ronald, más cercano al
rock británico. Si hubiésemos estado allí dos meses más Tony
seguro que hubiese pensado en nosotros para lanzarla".
(Casimiro Ortega)
Aquel
single, "Algo que nos pasó", en efecto fue un autentico
fracaso pese a llevar todos los condimentos necesarios para
introducirlo en las listas de éxito. En los 40 Principales, por
ejemplo, una lista elaborada originalmente por un tipo madrileño, Rafael Revert,
que comenzaba a tener su importancia dentro de la programación
músical de la Cadena Ser. Ni en los "40" de Revert, ni en "Caravana"
de Ángel Alvarez, ni en ningún otro espacio radiofónico llegó a
escucharse aquella refrescante melodía. El grupo Siglo XX quedó destrozado
moralmente porque habían jugado con los sueños, habían hecho una
multitud de castillos convertidos en quebradiza arena de la noche a
la mañana. La desintegración del grupo fue cosa de días, la
desmoralización, las bodas y el oscuro horizonte del servicio
militar acabó definitivamente con ellos.
Tony Ronald, a la izquierda, preparando grabaciones para Casimiro Ortega |
"Tony
me quería y me sigue queriendo como un hermano. Me colocó en sus
oficinas para ganarme un sueldecillo, dormía en su estudio de
grabación entre toma y toma y estaba siempre pendiente de que no me
faltara de nada. Nunca lo olvidaré". (Casimiro Ortega)
Casimiro grabó
con Salomé, Rosa León, compuso un elepé entero para Los Diablos y
otro casi completo para Dyango hasta que aprobó unas oposiciones
para la Caja de Ahorros de Albacete: un dinero que si era seguro y para toda la
vida.
Había
vencido una vez más el monstruo devorador de alquimias y quimeras,
el terrorífico pulpo que todo lo atrapa, la confortante oficina
repleta de confortantes mesas, colmadas de confortantes compañeros.
Allí, Casimiro Ortega se daría la mano con Luis Sánchez el Lobo al que ya se le escapaban los acordes entre los papeles, con Isidro Martínez
respirando semicorcheas entre balances, con Valentín Bautista, Ignacio Valero y con algún otro más que
no quiso enfrentarse a un periodo incierto, vacilante, confuso en la mayoría de las ocasiones. Un futuro al que nadie había garantizado nunca nada y del que se desconocía prácticamente todo.
Casimiro con Josep Mas Kitflus |
En
Albacete ni siquiera existió esa utopía.
"Nosotros
hemos tenido parte de culpa. Se ensayaba poco, se desconocía todo,
no teníamos un duro, eramos pobres hasta para concebir la música y
su negocio. Nuestra ilusión estaba equivocada. De todo lo que vimos
no sacamos nunca una conclusión clara. Eramos músicos y sin embargo
no estábamos concienciados de la música que escuchabamos e incluso
tocabamos. Unos pringaos. Eso es lo que éramos, unos pringaos".
(Luis Arteaga)
No hay comentarios:
Publicar un comentario