21.11.17

No diga Jazz, diga Black American Music

El trompetista Nicholas Payton abre las compuertas del viejo concepto en Afro-Caribbean Mixtape



     Ya lo habían afirmado muchos otros antes, Miles Davis, por ejemplo, o Duke Ellington, Art Blakey, Dizzy Gillespie, Max Roach...pero, al parecer, hay que recordarlo periódica, cíclicamente, cada vez que algún músico negro alumbra un nuevo ingenio, una nueva criatura de vinilo que rompe los moldes acomodados  en la escena, en los estudios de grabación: el jazz, lo que comúnmente conocemos como jazz desde hace un siglo, es en realidad la Black American Music, o sea: el reconocimiento universal de quién creó la música americana del siglo XX.

    Ahora ha vuelto a ocurrir con el ejemplar de Nicholas Payton, Afro-Caribbean Mixtape, para mi, sinceramente, el álbum del año, la selección de sonidos y sensaciones más profundas, ricas, elegantes, bellas, selváticas, tutoriales, que he escuchado a lo largo de los últimos meses; un muestrario amplísimo reforzado en dos discos. Afro-Caribbean Mixtape es oro puro reposando, balanceándose, en una hamaca a pie del Serengueti. Una caricia y en realidad poco menos que un severo tratado de critica a la música que nos ha hecho felices a muchos durante toda nuestra vida. “Mi trabajo político más abierto hasta la fecha”, dice el autor, “He encontrado una manera de poner muchas de las cosas de las que he hablado, socialmente, en la música de este doble álbum”. La eterna discusión entre la verdadera naturaleza del jazz, incluso la misma supervivencia del género: “El punto no es si se llama jazz o no. El punto siempre ha sido para mi reconocer y reconocer quién creó la música”, afirma Payton.

     El trompetista, director, arreglador, productor, Nicholas Payton, combina en esta obra música y parloteo, charla teórica que suena en distintas aportaciones vocales a lo largo de algunos temas sirviendo al mismo tiempo de homenajes a algunos de los héroes del jazz. Payton es músico consumado, un activista confesado que ha tocado con los grandes, Ray Charles, Dr. John, Elvin Jones y Ray Brown o Herbie Hancock (a quién dedicó su álbum del 97 Fingerpainting: The Music of Herbie Hancock), Wynton Marsalis o Wayne Shorter. Con todos ellos aprovechaba para largar, para adoctrinar, para divulgar su religión: "Estuve cerca de cinco años adelantado a mi tiempo, antes del movimiento Black Lives Matter", dice Payton. "Así que hace cinco o seis años, estaba discutiendo cosas que estaban creando bastante controversia, no solo para los que no eran negros, sino también para la comunidad negra. Rechazaron mucho de lo que estaba diciendo. Ahora todos hablan sobre la raza y la opresión a diario. No es que esas cosas no estuvieran ocurriendo en ese momento", agrega Payton mientras con su mano derecha maneja la trompeta apoyada en un artilugio metálico construido had-hoc para el músico y con la otra desliza sus dedos sobre el Fender Rhodes que entona en ése instante poco menos que una Pastoral.

En Afro-Caribbean Mixtape se escucha armonioso el teclado de Kevin Hays. Se le oye bajo un palmeral de la República Dominicana, a la sombra del árbol leñoso del Mango o acariciando el oído del cocotero, como si  lo golpeara, lo manoseara Daniel Sadownik, el habilidoso perscusionista que durante los dos discos abre la lata de África, la madre de todas las batallas. Payton guarda silencios estratégicos, mientras en primer plano resuenan las voces evocadoras de Miles Davis, de Art Blakey, del Dr. Greg Ximathi... "Aquellos esclavos de África a los que no se les permitió hablar su lengua, desarrollaron un nuevo idioma en clave de blues y canciones de trabajo, etc.", dice el profesor. Luego el autor aparca el piano y retoma la trompeta para soplar, a veces como un niño, las más como un maestro: "La música es un salvavidas de aquellos que fueron oprimidos", remata. En el viaje de sensaciones todos visitan la flor de piedra de Jobim en Bamboula (a mi me lo parece) y hasta me remonto a la versión de Carlos Santana en el Caravanserai del 72. Una gozada sin limites que aterriza deslizándose suavemente en Jazz is a Four Letter Word, donde Nicholas Payton plantea la discordia:  sólo es eso, una palabra de cuatro letras, ni más ni menos, viene a decir... qué pasada..., porque el tema es absolutamente perfecto, para canturrearlo todo el año. Entre corte y corte aparecen el bajista Vicente Archer, inmenso; el batería Joe Dyson en un solo interminable; la dj Lady Fingaz, el exotismo y el hechizo en una misma bandeja; Blake Leyh en las cuerdas, intermitentes, bellas, relajantes, poderosas y las congas de Weedie Braimah en La Guajira, representación palpable de las primeras islas que vieron en América aquellos esclavos robados de sus madrigueras.



Música. Música de muchos quilates. Negra, claro, aunque como hombre blanco que me precio mi opinión es que es jazz, un jazz básicamente ligado a la experiencia de la música negra que celebra ésta Mixtape afrocaribeña de Nicholas Payton.

13.11.17

James Carter vuelve en maestro


     Desde que llegó a Albacete en 2003, aquel año de Chic Corea y la Big Band de Ramón Cardo, James Carter ha subido, si ya entonces no era suficiente, varios peldaños en su valoración internacional. Llegaba aquel año al recién estrenado Teatro Circo con dos volúmenes recientes, brutales, esenciales en su discografía y en la del propio jazz contemporáneo: Layin´in the Cut y Chasin´ the Gipsy (aquí nada menos que acompañado del exagerado eclecticismo del guitarrista neoyorquino Marc Ribot). Dos manualidades discográficas de escuela, de la mejor escuela clásica pero también  de la mejor academia heterodoxa: blanco y negro, funk y soul, acústico y eléctrico. Ya entonces nos dejó a cuadros, boquiabiertos. Luego hemos seguido su singladura y el tipo se acentuó en el absoluto dominio del all-sax: alto, bajo, barítono, soprano, tenor, sopranino, en definitiva todo lo que valga para soplar pero también de la guitarra, los teclados, la viola, con especial entusiasmo por cambiar algunos de esos sonidos tradicionales con la utilización del pedal eléctrico. Un bárbaro del jazz. Un visionario. Un maestro, ahora en su versión adulta de cuarenta y ocho añitos.

     En esta gira europea sigue tirando del prestigio y la confianza de su teclista de alcoba, el organista Gerard Gibbs, con quien ha formado una dupla resistente a las tormentas y los vaivenes pasajeros de gustos e influencias. “A mi lo que me gusta es estar cómodo en escena, sin complicarme la vida en estilos y modas”, dice y entonces revienta la caña de su instrumento como lo hacía Sun Ra en el Art Ensemble of Chicago, crédito que le viene de su relación inicial nada menos que con Lester Bowie, aunque también probó el magisterio de Winton Marsalis. En sus últimos conciertos y discos Gibbs ha disfrutado de partes honoríficas, creando ambientes, atmósferas donde los armónicos del saxofonista y algunos de sus resoplidos trasladan el show a terrenos inexplorados en el género. Es esa la parte que más nos llena del músico de Chicago, su extraordinario dominio del tiempo y su oportunidad de administrarlo con la sorpresa o la emoción.

James Carter viene a Albacete con una lección magistral en la maleta. Que toque algún tema de Stevie Wonder, Madeleine Peyroux, Eddie Harris, un dixieland garrasposo de los años veinte o alguno de esos bofetones funkies a los que nos tiene acostumbrados es propio del que busca la comodidad en el escenario, el homenaje al espectador, el arrumaco a los puristas, el cucamonas al que ha adquirido sus dieciocho álbumes personales, sin contar las mil y una colaboración en algunas de las mejores obras de arte del género, como aquella irrupción en escena en la película de Robert Altman, Kansas City, donde también escribió alguno de los números en escena. O aquella participación imposible en el disco del batería de los Cream, el “peligroso pelirrojo” Ginger Baker (ver STONE) Coward of the County (1999), otra de sus soberbias lecciones de vientos.

Si aún estás a tiempo de sacarte un billete para la gloria y otro para el disfrute personal, no te lo pienses ni un segundo: acercate el viernes, a las 21,00h. al Teatro Circo. Estos tipos sólo pasan por Albacete una vez cada trece años.

JAZZALBACETE
Teatro Circo. Viernes, 17 de noviembre. 21,00h.
James Carter, saxos de todos los tamaños y colores
Gerard Gibbs, organista
Ralph Armstrong, bajo
Alex White, batería