2.2.16

Morales, el paisano en su crisálida

En Albacete éste sábado, 6 de febrero. Sala Caribou 22,00h. 

Manuel Morales está a punto de salir de su cúpula de observación, un multiteclado volante, con la  tranquilidad que otorga la aquiescencia fingida dentro de la jaula, curioseando cada rincón, expectante ante la inminente llegada de su propia metamorfosis. Según su comportamiento, aguardar en la crisálida es el estado ideal previo a cualquier movimiento de vida en ebullición. En realidad, Manuel Morales juega en el túmulo con esa excitante habilidad  de transgredir y travestirse en un parásito inmóvil pudiendo tener si quisiera movimiento propio. Él mira, escucha y observa el comportamiento de otros humanos, Brian Eno un suponer, para cuando llegue el momento del vuelo afinar su puntería.

En Gleaming all over in the sky, por ejemplo, primer tema de la cara B de su único hasta ahora extended play Valentín, la metáfora que utiliza son los sueños, los que comparte con el abuelo no conocido a lomos de trotones indicándole su antepasado los caminos de la infinitud. Metáforas. Y el viaje a eternity road.  El tema es una gozada de principio a fin. Morales maneja los elementos básicos de un guión fílmico: Introducción/impulso/culminación (todo el grupo a galope) y desenlace (sin drama: se atisba final feliz). Lisie Gori, son los sonidos que llegan después, situada la escena en el palacio en el que viven los protagonistas de la obra Guerra y Paz de Tolstoi: 
-La escribí pensando en un capítulo en el que uno de estos personajes se vé en el epicentro de una batalla (Borodino) sin ser completamente consciente de lo que está ocurriendo a su alrededor. La gente muere pero él está en un estado de trance. Me encanta ese capítulo.

Portada del EP Valentín
Aquí también se le aparecen los duendes, en este caso vivitos y coleando, Beck otro suponer (van dos, pero en unos cuantos minutos yo leo varios). Morales sigue instalado en la crisálida esperando desarrollar su observación cuando sea humano y asalta sus teclados como poseído. Daevid Allen le sonríe desde el estado eterno junto al percusionista Pierre Moerlens, ambos cabalgando desde Gong, el planeta inmortal. Si ellos fueran terrenales ahora interpretarían Lisie Gori, y Orb, el pelotazo, otra suerte de danza en este caso convertida en enredo parlanchín que busca desesperadamente evadirse de realidades. Es pop del siglo XXI tal como se nos ofrece ahora a través de la pantalla catódica de un ordenador. Valentín, como dicen las hojas promocionales del refinado sello madrileño Menta, “es ese extraño caso en el que, tras casi 15 años de trabajo, un debutante pierde la vergüenza y consigue sacar de su carpeta personal sus proyectos”.

En Manuel Morales hay una larga trayectoria como músico. Antes de terminar sus estudios de piano en el conservatorio ya había destacado para los ambientes modernos como grupo más innovador en Albacete, en un San Juan, léase el Memorial Alberto Cano del 2003, con su grupo Didjerama. Manuel cantaba y tocaba ya un viejo sintetizador Moog sorprendiendo a todos, como el guitarrista, Jorge Cubillana, en la Caseta de los Jardinillos. Inmediatamente marchó a Madrid y desde entonces no se le ha vuelto a ver por estos lares. Ha combinado durante estos años madrileños producciones para cortos y video-clips, demostrando una sensibilidad sorprendente y francamente original hasta el punto de llenar de música  el mismísimo Metro de Madrid (durante una época la música que sonaba en los altavoces de las estaciones era suya). Desde hace un par de años se dedicó en cuerpo y alma a su proyecto Morales buscando y encontrando músicos de prestigio para la grabación de su primer disco: José Luis Martínez Cantos en el bajo, la batería de Raúl Cantos (Planetas, Nwanja) y la guitarra de Fran Kikop. La grabación de baterías en el estudio las realizó Carlos Lillo.
Valentín sorprendió a todos en su edición hace ahora un año y fue elegido tema del mes en Radio 3 (Orb); TOP artistas con mayor proyección de España en 2015 – Jenesaispop- y tema del mes TOP DJ nacionales en HAL 9000 y Mondosonoro.

Ahora Morales vuelve a Albacete, su ciudad natal, con el portafolios repleto de estilos y guiños, como un Jonathan Wilson nacional o un Stephen Malkmus rebosando heterodoxias aunque él prefiere mencionar a My Bloody Valentine o Sonic Youth, sus referencias adolescentes. El tiempo le ha hecho callos en la alquimia de sus periféricos y ahora estos ya suenan como un ejercito de notas superiores, algo montaraces, a la caza de la historia, de la propia y encantadora historia del pop: Sí, la psicodelia no se anda con chiquitas ni con perdidas gratuitas de tiempo.

Morales estuvo en Albacete con Francisco Romero (guitarra); Alfonso Finat (batería); Manuel Sánchez Rey (más conocido como Tuti en Albacete) y, claro, él, Manuel Morales a la voz, composición y teclados varios.

Fue el sábado 6 de febrero, desde las 22,00 horas en la sala Caribou.
Después de ellos salieron Super Busty Samurai Monkey, un tornado electrónico que engalanó  debidamente la tarta de bienvenida a nuestro paisano. Una juerga vamos.