Leopoldo
Martinez Jr. tenía una reputación de seriedad y responsabilidad que
encandilaba en aquellos primeros suspiros de la "década
revoltosa", la de los sesenta. Vestía siempre correctamente,
para eso tenía un cotizado sastre de padre y no solía nunca
levantar la voz. De esas personas que hablan con los labios juntos para no llamar la atención, lo que a veces puede interpretarse como rasgo de arrogancia, soberbia... o de una extremada timidez, que era precisamente su caso. Tanto tiempo pegado al canto del piano paterno le había otorgado una elegancia y sobriedad naturales. Nunca le gustaron los ruidos ni las disonancias, pero escuchaba a Enrique Guzmán desgañitarse con Los Teen Tops en "Confidente de Secundaria", a Chico Valento en "Despeinada" o a Mike Rios en "El Rock de la Cárcel". Era joven, guapo y con futuro: Renato Carosone, ídolo de aquellos años, era viejo, feo y estaba en su recta final. A Leopoldo no debió motivarle demasiado el repertorio heredado de la Orquesta Jabelc, la exageración con que su padre preparaba los números a interpretar en los ensayos de la sastrería, las partituras, las entradas y salidas de viento e incluso la misma puesta en escena. Elvis Presley, Chuck Berry, Jerry L. Lewis y Gene Vincent llevaban ya unos años dando guerra con el rock and roll y además las guitarras eléctricas de Scooty Moore (Elvis), The Crickets (Buddy Holly) y Los Telstar, Ventures o Shadows, comenzaban a protagonizar tiempos premonitorios que estallarían poco después desde Liverpool. La cosa no estaba como para perder mucho tiempo. Antes de que de nuevo volviera a "sentar la cabeza" recogiendo la misma orquesta de su padre, Leopoldo fundó las antípodas del pop albaceteño, un grupo de inquietos y jóvenes radioyentes del "Discomanía" del chileno Raúl Matas a los que llamó Los Bohemios.
Tocaban en pequeños festivales que organizaba el SEU, único sindicato estudiantil existente, de clara orientación falangista. Su instrumental constaba de guitarras españolas con pastilla y una batería de 2000 pesetas que Don Abelardo Cuesta le compró a su hijo Antonio. Lo del piano de Leopoldo era lo más problemático en aquellas veladas porque el SEU no tenía piano ni falta que le hacía y en alguna ocasión si querían tocar con el preciado instrumento, que querían, había que buscarlo por todos los rincones de la ciudad.
"En uno de aquellos recitales conseguimos que la firma Coca-Cola nos proporcionara el instrumental a cambio de que les grabásemos un spot de publicidad -recuerda ahora Leopoldo-. Yo mismo compuse la letra y música de aquel anuncio que interpretamos a tres voces. Lo peor fue lo del piano: encontramos uno de los grandes, acústico claro, y tuvimos que llevarlo Antonio Veciana y yo a los locales del SEU en un remolque por toda la ciudad".
Antonio Veciana fue uno de Los Bohemios y aunque no le daba mal a la guitarra se hizo famoso en media España, por intentar, y conseguirlo, dar la vuelta al mundo en Vespa, toda una hazaña internacional. Paco Molina, hijo de familia acomodada albaceteña era el otro guitarrista y el que recibió la ingrata misión de emular vocalmente a Enrique Guzmán y Adriano Celentano. Eugenio Martínez también tocaba la guitarra en aquella primitiva banda pop. Era hijo de un director de banco y tuvo un final aciago: murió al poco tiempo de cáncer.
- Fumaba mucho, sentencia ahora Antonio Cuesta.
Lo cierto es que la muerte de Eugenio tuvo que influir en Paco Molina, su íntimo amigo, para que dejara las insinuaciones musicales, según cuenta Miguel Núñez, otro colega de entónces. Leopoldo Martinez tampoco se tomó aquello demasiado en serio, pese a tener toda la responsabilidad del grupo por ser el único que poseía los conocimientos musicales indispensables para asumir los riesgos del directo. Los Bohemios, como tantos otros, fueron flor de un día, distracción pasajera de jóvenes entusiastas y apasionados de la música que pregonaban por aquellas fechas a través de la radio los pioneros Pepe Palau, Ángel Álvarez, Arribas Castro, Pepe Antequera o el mismo Raúl Matas :
La canción más dulce,
la que llega al alma,
y la que llena de alegría,
llegará hasta vuestros corazones,
la llevará Discomanía...
Los Bohemios, como tantos otros, sin saberlo, también fueron carne de SEU.
Como, posiblemente, Los Luckys, a los que personalmente recuerdo como los primeros que vi en escena con guitarras eléctricas, baterías y contorsionandose mientras cantaban "La Plaga".
Fue en el Hostal París, al comienzo del paseo de la Cuba, sobre el 63. El público iba encopetado porque era una fiesta que daba Radio Juventud. Tomás Campos, su locutor estrella, nos había pedido a Los Dinámicos Boys que dejáramos nuestras rencillas de chiquillos y aunque fuera sin toda la orquesta del maestro Leopoldo, interpretáramos algo de los Blue Diamonds o de Mimo y Los Jumps. Aquella noche me quedé boquiabierto literalmente con Los Luckys, viendo tamaña demostración de modernidad o de estar al día, que venía a ser lo mismo.
- Jimmy Lomas también andaría por allí, asesora Miguel Nuñez.
- Y Casimiro Ortega, cantando rancheras con traje y sombrero al uso, recuerdo de pronto.
El instigador de Los Luckys fue un sobrino de Antonio Cordón, el de la Orquesta Jabelc; su nombre de pila era Pepe, pero todos le llamaban Choni; desde hace 20 años vive en Caracas. Al Choni, que no tenía ni idea de tocar instrumento alguno, lo que le gustaba eran las baterías; le llamaba la atención tanto tambor junto y cada uno de su padre y de su madre y los platillos, unos más grandes que otros, y tocarlos con los pies. Era una gozada y no debía ser muy difícil aprender, al fin y al cabo todo consistía en saber llevar el ritmo y eso no se le daba mal. Paco Molina, antes del disgusto de su amigo Eugenio también tocó en Los Luckys. Paco bordaba a Los Teen Tops, Los Llopis y un joven grupo madrileño que se llamaban Los Estudiantes (posteriormente Brincos y Pekenikes). Miguel Nuñez era el alma del conjunto. Su escuela musical se había fraguado en plenos andenes del Instituto del Parque (hoy Bachiller Sabuco, cuando con Joaquín Escrivá, Joaquín Barceló y otros compañeros, en pleno PREU, cantaban "See you later, alligator" versión Los Llopis. Mientras todo el curso los rodeaba coreando, capleando, Escrivá, Barceló y Miguel Nuñez entraban en éxtasis (Let`s the good times roll).
Quiero una chica de Marte que sea sinsera,
que no se pinte, ni fume, ni sepa siquiera lo que es rock´n roll,
Marcianita, blanca o negra,
espigada, pequeña, gordita, delgada,
espigada, pequeña, gordita, delgada,
serás, mi amor,
la distancia nos acerca
y en el año 70 felices seremos los dos
Cantando "Marcianita", del argentino Billy Cafaro, a Los Luckys les dieron un premio en Radio Juventud.
Los Luckys cambiaron las pastillas trasnochadas de sus guitarras españolas por auténticas "Teddys" americanas, lo más barato del catálogo de Guillermo Lluquet, de Valencia. Un catálogo que Miguel Núñez y Jimmy Lomas, un outsider entonces, se sabían de memoria. Aquellas guitarras les costaron 1.900 a cada uno. El viaje se completó con un amplificador Juvesonic de 8 watios al cual enchufarían las dos guitarras cuando poco después fundaron Los Remos.
Entre Luckys y Remos, Miguel Núñez y Jimmy Lomas se presentaron un día, cada uno con su "Teddy", en el cine Carretas cantando "La Paloma": el Juvesonic al borde del colapso, la distorsión y los gritos de vieja "squaw india" de Jimmy hicieron el resto.Una actuación espeluznante y desde luego "distinta".
- "Aquellas "Teddy" sonaban bien en verano porque se secaba el mástil, pero en invierno había que meterles un puente adicional hecho de chapa porque las cuerdas quedaban demasiado separadas del mástil, que además se doblaba y no había forma de manejarlo. Yo he visto a gente sangrarle los dedos después de una de aquellas actuaciones", te cuenta ahora Jimmy Lomas, mientras saborea un Martini desde su chalet con piscina y Caribe en Puerto Rico.
Jimmy Lomas en el Teatro Circo. Le vigila un amplificador Juvesonic |
Según recuerda Jimmy, "fue un intento de hacer tres voces, francamente deficiente; con aquellos ocho acordes que me sabía montábamos las canciones que queríamos interpretar, aunque, claro, aquellas canciones de la época tampoco tenían demasiadas dificultades".
El trio no cuajó y, rápidamente, ya lanzado, se dedicó a buscar gente que tuviera al menos un instrumento musical. En aquella carrera contra reloj lo de menos era que supiesen tocar, a Jimmy lo que le importaba era presentarse en un escenario con algo que llamara la atención.
Julio Arbugel, por ejemplo, tenía una batería de su tio en cuyo bombo habían pintado una gitana. Con la condición de que no borraran la gitana del bombo, a Julito le dejaron la batería. Alfonso, Foncho para los amigos, tenía una "compañola", una especie de melódica, como la que tocaban los famosos intérpretes de "La Yenka", Johnny & Charlie, que en algún momento lúcido podía sonar como un teclado, y Foncho tenía agallas para lograrlo. Miguel Núñez había estado en Los Luckys y ya tenía su "Teddy", como Jimmy, y para cantar nadie mejor que Emilio Raya, al que se le daba divinamente el twist. Habían nacido Los Remos.
- "Un día que teníamos que tocar en Radio Popular solo nos presentamos Julio Arbugel y yo, teniendo que acompañar por indicaciones de los guionistas del programa a todos los intérpretes en aquello que hacían parecido a "Salto a la Fama". Fue caótico porque recuerdo que al final el pobre Julio, que era mas bien bajito, rodó por los suelos con bateria, bombo y gitana incluida. Todo un show". Son recuerdos de Jimmy Lomas.
Con aquella formación Los Remos acudían a fiestas o clubes privados como el Club Recreativo Cultural en la calle del Rosario. No cobraban un duro, es más, les costaba el dinero del taxi que debía cargar con todo el instrumental. Se compraron unos chalecos de fieltro verde y unos pantalones negros y en cierto modo consiguieron lo que Jimmy había buscado con tanto ahínco: pertenecer a un conjunto músico vocal.
En plena borrachera de recuerdos, Lomas afina su puntería hacia sus primeras apariciones públicas: "antes de comprarnos las "Teddy" actuamos una vez en La Caseta de los Jardinillos, templo sagrado de todo el que aspiraba a algo en Albacete. Aquella actuación terminó como el rosario de la aurora, porque nos quedamos al final sin cuerdas en las guitarras de pastilla. Tuvimos que pedirle unas maracas a Los Cinco Latinos, que actuaban allí esa noche con Marcos Redondo. Le echamos valor, sin duda. Al menos mis padres quedaron muy contentos con aquella actuación".
Valor, ilusión, ganas de hacer algo diferente, ése era el denominador común de aquél grupo de gente joven que luchaba a veces contra la incomprensión no sólo de padres y tutores sino de sus propios compañeros de clase y juegos. No estaba bien visto por parte de los colegas de turno que un chiquillo se subiera a un escenario vestido de amarillo y blanco y cimbreara su cintura a ritmo de Madison. "Ése es mariquita", decían los mas brutos. "Está bien", te comentaban condescendientes los más íntimos sin estar absolutamente convencidos. Personalmente, yo lo sufrí en los Dinámicos Boys sólo que en la balanza de opiniones y sensaciones ganaba siempre la inmensa satisfacción del fastuoso y mágico encuentro con el escenario. Eso lo compensaba todo. Y además estaban algunos padres, cuya infancia había sido terrible y para nada querían que sus hijos siguieran en la peligrosa espiral a la que inexcusablemente nos dirigía el inmovilismo franquista.
Los Dinámico Boys con la Orquesta del Maestro Leopoldo en el Teatro Circo |
Nuestro repertorio estaba salpicado de las canciones de entonces, (yo ya tenía mi top-ten particular): "Diana" de Paul Anka y todo lo que oliera al canadiense, Los Teen Tops, el Dúo Dinámico, el Dúo Juvent`s y, sobre todo, el repertorio completo de los Blue Diamonds. Al principio, a capella y como Ángel Luis tenía una voz educada y, desde luego, cantaba mejor que yo a mí me correspondió la divertida labor de los du-ru-ás, la-la-lás y presentar las canciones con la gracia que podía tener un crío de diez años que no había tenido ningún problema en la vida y que aquello no era precisamente lo que más le asustara.
-Qué feliz es, decía siempre mi abuela.
La OJE premia a Los Dinámicos Boys. Testigos: los locutores Tomás Campos y Josefina Roncero |
Un día que teníamos que cantar en Radio Juventud, mi compañero Angel Luis me comentó que, de las cuatro canciones que íbamos a interpretar, quería cantar él dos en solitario. Así se lo habían aconsejado parte de sus cuatro hermanos argumentando razones de técnica musical. Ángel Luis cantó sus dos canciones, pero los Dinámicos Boys ya no volverían a hacerlo hasta algunos meses después, a requerimiento personal del mismo Tomás Campos, en una fiesta de la propia emisora, Radio Juventud. Ese fue el día que descubrí, viendo a Los Luckys, que quedaba mucho camino por andar en la década y que precisamente los dúos no iban a ser el mejor vehículo.
Pepe Robles formó poco después de Los Luckys y Los Remos, a Los Anélidos.
- "Eso es como si te juntas con unos cuantos amigos, os sabéis dos canciones y decís de ir al festival del SEU a estirar el cuello", recuerda ahora cruelmente, con el paso de los años que todo lo borran, Adrián Navarro.
Lo cierto es que la llama estaba prendida y Pepe Robles no quería que le contaran luego historias. Desde la tuna, con Agustín Alajarín, el panadero, y Paco Martín, Alberola o Luis el Muecas, ya venía avisando con probaturas del tipo "Ready Teddy" de Los Estudiantes en los ensayos caseros de la época. Pepe Robles era conocido entre los avanzados de entonces por poseer uno de los instrumentos más exóticos que jamás se hayan visto en Albacete: "la asadora".
- "La"asadora" -recuerda Miguel Núñez- era una guitarra que tenía dos pastillas, una de la "Teddy" y otra de una "Hoffner". Aquello sonaba mejor que la Fender Stratocaster. La fabricamos nosotros. El mástil también era de la "Teddy", pero el cuerpo pertenecía a uno de los múltiples diseños que el padre de Pepe Robles que tenía una fábrica de puños de navajas había abandonado a la chatarra. Era un engendro. Recuerdo a Joan Miró, de los Lone Star, quedarse flipado con ella ".
Morgan, otro extraordinario espécimen de aquellos años, tenía una "Telecaster" y presumía de ella, "pero cuando Pepe Robles me dejó la "asadora" me pasé todo el verano tocando con el bicho aquel, sonaba distinta y su estética era espectácular", dice ahora el original médico y guitarrista.
- "La primera guitarra eléctrica que yo toqué en mi vida -cuenta Luis Sánchez, el Lobo- fue aquí, en Albacete. Era una cosa muy rara que se había fabricado Pepe Robles y su gente. Le llamábamos "la asadora", aún no me explico cómo sonaba aquello tan bien".
Lo cierto es que, con la "asadora" como estrella, Los Anélidos constituyeron el relevo rápido de Luckys y Remos. Miguel Núñez, Emilio Raya, Antonio Fernández, batería que luego sería de los famosos Star`s, y Pepe Robles serían su núcleo principal, con la aportación inestimable de Pepe el Choni, al que tenían que dejarle de vez en cuando tocar su batería de 5.000 pesetas, porque los ensayos se realizaban en el Capitol y él era el hijo del dueño.
- "En aquellos sótanos había una humedad impresionante y, cuando te descuidabas, las guitarras te lanzaban auténticas descargas eléctricas", asegura Pepe Robles.
Los temas eran los de siempre, se basaban en el corrido de Re de "Si tuviera un martillo", de Trini López. Nadie enseñaba acordes, nadie podía copiarlos al escucharlos muchas veces porque te tenías que pasar todo el tiempo sintonizando la radio. No había tocadiscos ni, por supuesto, magnetófonos. Pero todo ello no impidió que, uno tras otro, fueran apareciendo grupos, muchos de ellos de duración efímera, como Los Anélidos.
Soñaba que vivía en el ático de un rascacielos,
yo estaba tan contento entre nubes sin casi ver el suelo,
desde allí yo le hablaba a la luna, al sol y a las estrellas,
y veía los pájaros pasando en infinitas vueltas.
Y digo, ¡eh!, ¡tú!, te puedes marchar,
porque yo quiero sólo estar, aquí en mi nube.
(GET OFF OF MY CLOUD. Rolling Stones, versión Lone Star. 1965)
La radio ya comenzaba a lanzar sus listas de éxito y llegaban noticias de Inglaterra respecto a un montón de chavales que, con aspecto afeminado y vestimentas desordenadas, estaban revolucionando el mundo de la música. Máximino Crespo, un droguero ilusionado con el show business, comenzó a reclutar gente joven para sus espectáculos en el Teatro Circo, porque el Productor B, el de arriba, era patrimonio del SEU. El cine Astoria también se prestó a los conciertos de Maxi Crespo.
En una de aquellas extrañas mezcolanzas de Crespo, en el Astoria, tocarían Los Anélidos con un casi improvisado intérprete llamado Juan Rosa, conocido posteriormente como El Rana. Aquel día, su primer día, su debut, El Rana cantó "El Ritmo de la Lluvia" de Silvye Vartan, y se quedó con todos.
Otro día, en el Productor B, el de arriba, tocaron Los Anélidos y unos desconocidos Radars:
- "Aquella gente (Los Radars) no tenía equipo y nosotros teníamos nuestra batería, la del Choni, y nuestro amplificador Juvesonic de 8 watios. Nos lo pidieron y se lo dejamos, pero los cabritos, que habían ido a todos nuestros ensayos, tocaron todo nuestro repertorio. Como nosotros íbamos después nos quedamos sin saber bien qué hacer. Al final sonaron las mismas cuatro canciones que ellos habían tocado, incluso "Boys", de Los Beatles, que era nuestro tesoro por ser lo primero que habíamos pillado de aquellos melenudos ingleses. Creo que nos salió mejor a nosotros porque la tocamos con nuestras guitarras eléctricas y ellos iban aún con pastillas en sus guitarras españolas", explica Pepe Robles.
Habían nacido Los Trasgos. Por la puerta de servicio, sin instrumental, casi a pelo, pero aquél día, 19 de marzo de 1965, debutó uno de los grupos que marcó aquella década musical en Albacete.
- "Recuerdo un día oír a Raúl Matas por la radio presentar a cuatro chicos ingleses. Me quedé mirando el sintonizador boquiabierto. Era el "Twist and Shout". No sé qué sentí con aquello que veía que no me podía tener derecho, me retorcía de gusto y puro alucine. A los pocos días estrenaron "Que noche la de aquel día" en el cine Capitol y no salí de allí, como muchos otros, hasta que no la retiraron del cartel". Juan Rosa, el Rana, prosigue con los ojos perdidos: "Aquella música, aquellas imágenes, cambiaron mi vida. Cuando una tarde me vino mi primo Pepe Vergara y me dijo que El Choni se había comprado un jazz (así le llamaban entonces a la batería los no iniciados), vi claro mis futuros quince años" (Juan Rosa el Rana).
2 comentarios:
Que buena idea publicar en el blog el libro por capitulos...
Extraordinario capítulo. Libro imprescindible.
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