24.2.17

La Leyenda de Los Trasgos

El grupo que marcó toda una generación musical en Albacete
Sus miembros originales ofrecieron en diciembre una entrañable reaparición

Los Trasgos actualmente: Luis Sánchez, Juan
Rosa, Adrián Navarro, Luis Arteaga y Pepe
Vergara -foto: Pepe Garrido
El motivo, siendo igualmente íntimo y cercano (se celebraba el cumpleaños de Adrián Navarro, uno de los miembros de la mítica banda) fue una mera excusa para reunirse los cinco miembros originales del grupo y tocar las viejas canciones, repasar algunas memorias aplazadas y abrazarse emocional y musicalmente, reclamando algo que hubiera estado demasiado tiempo flotando en cada uno de los ambientes de cada uno de los componentes de aquella maravillosa aventura que se llamó Trasgos.
 Lo estaban deseando. Y lo hicieron de la manera más refinada: en torno a un grupo de amigos, familiares e incondicionales, sentados y relajados los músicos como si se tratara de un concierto unplugged que hubiera querido filmar de haber tenido conocimiento la cadena de televisión internacional MTV.

Luis Arteaga, Juan Rosa, Adrián Navarro, Luis
Sánchez, agachado Pepe Vergara
Fue en la sala y club Chapó de la calle Teodoro Camino, a media tarde, otro precepto alterado: las cinco y media no son horas para una efemérides, ni siquiera para un concierto, todo lo más para un ensayo y, ahora que lo pienso, a lo mejor era esa precisamente la sensación que pretendían encajar en escena Juan Rosa, Pepe Vergara, Luis Arteaga y Luis Sánchez para sorprender a su querido amigo y compañero del alma Adrián Navarro, el cual, de todos estos protocolos no tuvo nunca ni la más remota idea. Un regalo, propusieron en secreto: vamos a tocar un rato para divertirnos.


Los Trasgos, unplugged en la sala Chapó
foto: Pepe Garrido
Cuando los cinco miembros originales de la leyenda Trasgos comenzaron a tocar una pieza de swing, electrónica, imaginaria, improvisada parecía, regalaron unos minutos mágicos en que a todos los presentes se nos cayó encima, así de sopetón, medio siglo de nuestra propia existencia: aquello sonaba a Los Trasgos del hotel Entrelagos de Las Lagunas de Ruidera; Mmm..., mejor, de la Plaza de Toros de Albacete. A los genuinos.
La impresión, el efecto, duró unos 15 minutos que recuperaría con sorprendente soltura en otro momento del recital el propio Pepe Vergara (con Pascual Ortíz en los tambores) que lanzó una diatriba en inglés macarrónico (en realidad no pretendía ser ningún idioma, fueron una especie de balbuceos onomatopéyicos abigarrados) con admirable soltura y elocuencia. En escena, Los Trasgos altaneros y chuletas del 67, vamos. Los legendarios.
 Todo siguió su curso normal esperado cuando los presentes comenzaron a reclamar sus viejas versiones de Animals, Beatles, rockanroles y tuises varios y la inevitable presencia de la canción italiana en la que tanto se luce Juan Rosa, el Rana. Momentos de emociones y añoranzas.

Los Trasgos a mitad de los años sesenta
Unas horas que parecieron un santiamén porque el embrujo había resultado y la escena nos había llevado a los que vivimos aquella aventura de los sesenta a recuperar no sólo a un grupo de leyenda sino también al alboroto al que nos arrastró aquellos tiempos de ignorancia y abstinencias.
“Fueron tiempos en los que nadie sabía nada de música” (Luis Arteaga),
“Nadie tenía idea de nada, nadie escuchaba en Albacete música de vanguardia. Nosotros éramos los raros por escuchar a Los Beatles” (Luis Sánchez),
aunque los que conocimos de cerca la epopeya Trasgos nunca podremos olvidar cómo demonios consiguieron que aquellas canciones que hoy se asoman viejunas y sensibleras (no todas, claro) sonaran entonces como un tiro en escena con aquellas guitarras Jomadi de 3000 pesetas, las estratosféricas Galantic o aquel amplificador Shelmer de 60 watios donde a veces se enchufaban las dos guitarras y el bajo eléctrico. Por cierto, Adrián Navarro ya portaba en aquellos años una Fender Stratocaster que alguna buena faena debió hacer en aquellas situaciones. No hablemos de mesas de sonido, no hablemos de luces, no hablemos de tomas de tierra en muchos casos, no hablemos de escenarios de tablones y camionetas, etc...

Los Trasgos, una leyenda urbana
Los Trasgos son leyenda en Albacete porque fueron los únicos que en aquellas circunstancias tercermundistas sonaron como una formidable banda de rock and roll, como un grupo pop de alto nivel, los que reclamaba el país en capitales y provincias. Así fructificaría, con toda la lógica del mundo, su estrecha relación con el grupo más importante nacional en aquellos años, Los Brincos, en un afortunado juego de coincidencias. Si no hubieran tenido un mínimo de clase o puesta en escena, éstos, los del ”sorbito de champán”, no les hubieran convencido, sólo por amistad, para aterrizar en Madrid en salas de conciertos que aquellos años recibían a los artistas más considerados como Paraninfo o Imperator donde terminarían actuando. Los Trasgos tocaron con la punta de los dedos aquella primera etapa que se habían propuesto en sólo un verano de aventura. Si no se consumó la primera parte de aquel soñado guión fue por una serie de malos entendidos y desgraciadas coincidencias que no vienen ahora al caso.
Hubo que esperar al despertar de la industria discográfica y el extraordinario ajetreo que propusieron los años ochenta con la llamada movida nacional para que desde entonces algún grupo albaceteño (y han sido varios) presentara credenciales importantes en ediciones musicales, creatividad, actitud, puesta en escena y reconocimiento nacional, pero esa ya es otra historia, más reciente, que muchos de nosotros conocemos sobradamente.

Los Trasgos en la Plaza de Toros de Albacete. 1966
foto facilitada por Pepe Garrido
Ningún grupo musical de la ciudad o provincia de los de entonces, años sesenta, pudo nunca compararse en sonido y actitud a la presencia de Los Trasgos en escena. Ninguno. Por eso son leyenda, porque en el páramo que nos tocó lidiar con curas y grises, Ojes y campamentos, ejercicios espirituales y cursillos de cristiandad, juegos florales y demostraciones sindicales, militares, procuradores y gobernadores civiles, la presencia, y el recuerdo, de cinco chavales adolescentes que asombraban y excitaban sobre un tablao, a veces impresentable, fue sencillamente inolvidable.
Y Los Trasgos siempre impresionaban.

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