La última semana de noviembre tuvo lugar el Festival Internacional de Cine de Gijón, una de esas citas que justifica 732 kilómetros de viaje en coche, con ventoleras contracorriente, nieve, temporal, cadenas (si las tuviera y supiera colocarlas correctamente) y permanente lluvia. Antonio Campos, neoyorquino, es el director de la película Afterschool. En la rueda de prensa donde presentó su película afirmaba que "el cine está muerto, pero lo que hay después de esa muerte está siendo maravilloso". Lo que hay después de esa muerte del cine está siendo sorprendente y había que comprobarlo. Gijón y su Festival bien valen esa pequeña aventura viajera.
Cartel del Festival de Internacional de cine de Gijón
El tic-tac del parabrisas te introduce directamente en el tacatac-toc de la sala de maquinas de un decrépito mercante que amarra en un perdido puerto de la Tierra de Fuego, un lugar inhóspito y glacial donde el cielo cae a borbotones sobre tus espaldas. Es Liverpool, la película. Farrel, hijo pródigo de aquel deshecho de la Patagonia aprovecha la parada en el astillero y carga su bolsa de Adidas con cuatro calzoncillos y una botella de Vodka, a la que de vez en cuando le arrea un tiento. Se le ha ocurrido ver a su madre a quien perdió la pista hace muchos años. La caminata entre la nieve hasta la carretera para hacer auto-stop es un plano interminable. No hay prisa. Lisandro Alonso, su director argentino, nunca tiene prisa con los planos. "Hay gente que dice que mis películas son lentas. No estoy capacitado mentalmente ni físicamente para hacer otro tipo de películas", dice. Lisandro es un tipo simpático, pero es lento. Le vimos más tarde en una concentración contra la violencia de género en la Plaza del Ayuntamiento de Gijón, dicharachero y contento, en la fiesta nocturna divertido y rompecorazones, pero cuando se inventa a Farrell se transforma en antisistema y se eterniza: "Estoy cansado de que todo lo que no tiene un formato o una ventanilla de Hollywood se considere experimental y no es así". Farrel come un pote en el rincón de una cantina de aldea que huele desde Gijón. Nadie dice nada. Solo se oye el rumor del viento y la cuchara. Solo se observa la nevada. "No escribo guiones, miento a los colaboradores con que va a pasar algo. El guión es de dos folios y lo cambio cuando conozco a los personajes de la región donde ruedo. No me interesa provocar, me interesa lo ingenuo", mira alrededor y murmura "No se como voy a salir de esta". Liverpool, la película, ha ganado el Premio Principado de Asturias al Mejor Largometraje del Festival.
Cartel de la película ganadora, LiverpoolAbycine y Gijón
La lluvia y el viento de Gijón a veces incomoda. Los cines, la sala de prensa, los garitos nocturnos, están estratégicamente situados para que todo te pille a mano. El Festival ofrece un menú para todos los gustos: sección oficial de largometrajes, cortometrajes, los ciclos: Enfants Terribles para menores de doce años y mayores de trece; no ficción y documental; cortos españoles; directoras europeas en el nuevo milenio; utopías yankys; concursos -"No nos cuentes películas ¡hazlas!"-; animación Studio Aka; día de Asturias; exposiciones, fiestas y conciertos... los cines Centro y el Teatro Jovellanos se convierten en tu salón de estar y el Antiguo Instituto la cocina. Tus necesidades las haces en el Café Dindurra; allí me cito con José Manuel Zamora, director de Abycine, el festival cinematográfico de Albacete que guarda cierta analogía y complicidad con el de Gijón. "Ambos buscamos líneas arriesgadas" me dice en pleno carajillo de coñac, "Gijón y Albacete somos festivales hermanos. No abunda esto en festivales cinematográficos. Festivales que sean tan atrevidos no hay tantos en España. Buscamos los mismos campos casi: riesgo e independencia tanto a nivel nacional como internacional. Ellos tienen más presupuesto y pueden trabajar un poco más lo internacional. Nosotros nos hemos estrenado este año con lo internacional".
En Gijón, que ahora celebra su ¡46 Festival!, comenzaron como Semana del Festival de Cine para la Infancia y la Juventud. y tenían una línea más convencional. En ésta nueva estructura incluyeron el riesgo, el formato de la música, los ciclos de cine y música, monográficos especializados, etc., en Gijón se mide la temperatura del cine contemporáneo más vivo. "Como novedades la idea que tenemos nosotros en Albacete es hacer una exposición de relecturas del cine clásico en clave contemporánea, utilizando soportes videográficos y con instalaciones. Pasa lo mismo con la música, los conciertos, como no hay una oferta en otros certámenes nos interesa programar eso, o espectáculos de fusión. Nuestra relación con Gijón es estrecha, hay programación de Abycine que se está poniendo aquí. La película de los Surfin´ Bichos, un corto ganador allí, etc". A Zamora le engancha la noche y los conciertos de nuevas tendencias que ofrece el Festival: The Piker Tones, Bimba Bosé & The Cabriolets, Russian Red, Manos de Topo, Los Coronas, The Kings of Makaha... llega cada mañana con las bolsas de los ojos en las rodillas, pero el tipo es astuto y aguerrido, sabe la importancia que tienen en estas ocasiones las relaciones personales y la suya con José Luis Cienfuegos, director del Festival de Gijón, está llena de guiños de connivencia. Veo además muchas caras nacionales conocidas de Abycine aquí. Compruebo pues la declarada complicidad.
Premios
A la hora de los premios cada uno tiene su favorita. Puede ganar Afterschool del americano Antonio Campos, una dedicatoria a la generación Si no lo veo (en internet) no lo creo. O bien, Ballast, premio al mejor director, Lance Hammer, en Sundance: la papeleta de un desgraciado en una ciudad moribunda del Delta del Missisipi. Como en Liverpool, con todo el tiempo del mundo para expresar rigurosos sentimientos en una familia silenciosamente destrozada. Como en Liverpool, premiada al final en todas las interpretaciones de sus principales protagonistas.
BallastA la hora de los premios cada uno tiene su favorita. Puede ganar Afterschool del americano Antonio Campos, una dedicatoria a la generación Si no lo veo (en internet) no lo creo. O bien, Ballast, premio al mejor director, Lance Hammer, en Sundance: la papeleta de un desgraciado en una ciudad moribunda del Delta del Missisipi. Como en Liverpool, con todo el tiempo del mundo para expresar rigurosos sentimientos en una familia silenciosamente destrozada. Como en Liverpool, premiada al final en todas las interpretaciones de sus principales protagonistas.
Puede ser 35 Shots of Rum, de la francesa Claire Denis, el París que no es París sino sus afueras repletas del sistema nervioso que lo comunica, los raíles del metro. Una película de Amor con mayúsculas que al final alcanzó el Premio Especial del Jurado.
35 Shots of Rhum
O también, Stella, de la actriz, guionista y directora Sylvie Verheyde con quien tuve el placer de compartir un pitillo en la sala de espera (la calle) de su rueda de prensa. La película alcanzó una cerrada ovación en el último festival de Venecia y a mi me pareció la mejor pero "solo" alcanzó el premio al Mejor Guión; emocionante y tristemente premonitorio es el momento cuando el recientemente fallecido Guillaume Depardieu se despide de la niña: "No creo que volvamos a vernos". Stella es de la pocas películas del Festival que puede entrar en los circuitos comerciales. Espero no equivocarme esta vez.
Sylvie Verheyde, directora de Stella
"A los distribuidores les da miedo comercializar estas películas. Al público le mola ir a los festivales. Hacen sus circuitos de festivales por todo el mundo, es su ventana de exhibición. Los directores saben que, como en el caso de Gijón o Albacete, van a ir más gente a la exhibición del festival que a cualquier sala comercial" termina confesando José Manuel Zamora.
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