Escrito del periodista y escritor Andrés Gómez Flores dirigido a los medios de comunicación referente a la reciente decisión del Ayuntamiento de Albacete de trasladar el Registro Municipal y la Unidad de Atención Ciudadana del Padrón al espacio ocupado durante tantos años por el Museo Municipal en la Plaza del Altozano, antiguo Ayuntamiento de la ciudad.
STONE se une de esta manera al presente escrito y a la protesta generalizada de los artistas de Albacete.
ATRACO EN EL MUSEO
No son políticos, ni son hombres y
mujeres de mundo, aherrojados por el valor y la furia que da defender
el bienestar y las conquistas de sus vecinos. No son, desde luego,
hombres y mujeres de los que quepa esperar un solo sacrificio por el
progreso de su ciudad; ni siquiera son unos infelices a los que
cualquier traje les viene grande. En el Ayuntamiento de Albacete son
unos catetos.
El comentarista taurino y comercial publicitario Vicente Casañ, que llegó a la alcaldía mediante la sucia carambola de billar de García Page con el consorte de Malú, sí está haciendo daño a la ciudad. Todo su fulgor populista-radiofónico; toda esa enjundia engolada, propia de quien no sabe ni entiende nada que no sea lo taurino; todo ese espectacular buñuelo había sido elevado a la categoría de alcalde de Albacete. Pero los albaceteños estamos hechos para soportar eso y mucho más, aun cuando este pollo patine una y otra vez sobre pistas de aceite.
Puede que el mundo no se rompa.
Puede que el mundo ni se inmute por eso, pero Casañ acaba de
cargarse el llamado Museo Municipal. No sé lo que dirán los
pintores que exponían y deberían seguir exponiendo en esas salas.
Sé que han presentado firmas. Los abajo firmantes que suscribíamos
denuncias, protestas y quejas durante el franquismo, sabemos el
escaso valor que eso tiene. Pero también ellos, los políticos, lo
saben, y están seguros de que echándose la manta a la cabeza, en
cuestión de semanas, tema zanjado y a otra cosa mariposa.
Somos los ciudadanos todos, y no
solo los artistas, los que debemos protestar porque Casañ nos robe
un museo así, por las buenas, como si fuera el mago Tamarid. Casañ
es aquel que ayer no más decía: “Os confieso con total
sinceridad, que como alcalde de Albacete y, más aún, como vecino de
nuestra ciudad, me enorgullece de manera singular la promoción de
nuestra cultura. Porque la cultura nos hace mejores. La cultura es la
huella que dejamos a las generaciones venideras como testimonio de
nuestro paso por la vida (...) Y sigamos reivindicando desde cada
museo, desde cada sala de cine, desde cada espacio escénico, que
Albacete es y será ciudad de la Cultura, ciudad de progreso y ciudad
de encuentro” (presentación del catálogo de la exposición
Lozano, los últimos años, en el Museo Municipal de Albacete, del 12
de noviembre al 12 de diciembre de 2019). Por la boca muere el pez. Y
también el charlatán y el trápala. O sea, la persona que habla
mucho y sin sustancia, además de falsa y embustera. Eso dice el
diccionario de la Real Academia.
No se me escapa que, viendo lo que
pinta el alcalde, la decisión final proviene de los socialistas,
encabezados por ese vicealcalde del que la historia judicial hablará
algún día –todos parecen saberlo pero nadie dice nada-, manejado
a su vez por la oscura concejala de Hacienda, verdadera dómine de la
Casa Page. Los concejales del PSOE, en mi opinión, han empujado a
Casañ para que haga el papel de tonto útil y sea él quien pase a
la negra historia de quienes han atentado contra la ciudad. Son tan
responsables como los concejales de Ciudadanos.
Casañ afirma –he ahí el valor de
su palabra- que, si dentro de un año, cuando él ya ni siquiera será
alcalde, las oficinas del Registro siguen estando en el Museo, él
dimitirá. ¿De qué? ¿Renunciará a su acta de concejal? Porque
dentro de un año ya le habrá sustituido su secuaz, Emilio Sáez, el
“socialista” de Amiab. ¿Por qué esos brindis al sol de mal
torero, Casañ? Por siempre será usted el alcalde que mandó cerrar
las salas de exposiciones del Viejo Ayuntamiento para convertirlas en
paneladas oficinas burocráticas y funcionales, cargándose de un
plumazo el anhelo de tantos artistas y ciudadanos; gente odiosa para
el poder, incluido este breve y pírrico poder suyo. Quedará en
nuestra modesta y local historia como el hombre empaquetado en un
traje azul que nos robó un museo. Mi enhorabuena.
Quizá, señalado siempre con el
dedo negro de la cultura, usted vuelva un día a los toros a ejercer
su oficio. Para nosotros, usted habrá pasado como un mal sueño y
exigiremos a quienes nos gobiernen, si quieren nuestro voto, que
devuelvan el museo a lo que fue. Quizá comprenda entonces que no es
bueno llenarse la boca con una palabra tan afilada como es la palabra
Cultura. Entre tanto, hágase la merced de leer al esclavo romano
Epícteto, quien buscaba llevar con dignidad los embates de unos
tiempos tempestuosos tan parecidos a los nuestros. Usted, Casañ,
sépalo, “atraca” a esta ciudad robándole su museo más próximo
y querido. Nunca lo olvidaremos porque, como dice Elías Canetti, “un
dolor que se olvida, no es un dolor”.
Adiós, señor Casañ. Usted lo pase
bien. Cierre la puerta al salir.
Andrés Gómez-Flores
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