Un clásico de Stone: comenzar el año con el regalo de un artista. Ángel Mateo Charris vuelve a deleitarnos con una obra secular, amable, detallista, francamente tierna a la par que ilusionante... Si, para que mañana, pasado mañana o al otro, podamos encender el fuego de nuestra chimenea sin miedo a que el viento nos devuelva la vomitona, la desagradable bocanada de humo sombrío que cada mañana se asoma al dial radiofónico. Charris es sabio, y sabe escoger a los amigos inspirados, como aquel poeta japonés que bautizaran los cielos.
Gracias maestro, una vez más.
Gracias maestro, una vez más.
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