Lo ha hecho por partida doble: disco (Seeds of the Underground) y conciertos. Estas cosas no se si pasan porque se agotan las ideas o porque uno siente la necesidad una vez cumplido el medio siglo (tiene 52 añitos) de apalancarse en su pasado de aventajado oyente y repasar su consciencia de testigo activo de la propia historia del jazz; eso es, sin que nadie se la cuente. Cinco negritos como cinco soles tocando para un auditorio exclusivamente blanco (“Los negros ya no acuden a los conciertos de jazz, ni de blues, ahora están por el rap y la música electrónica”, le oí decir hace poco a un músico de color).
Ocurrió la noche del pasado sábado 17 de noviembre en el Teatro Circo de Albacete, cerrando la celebrada nueva edición del Festival de Jazz donde me reposan tantos recuerdos salpicados de historias. Empezando por el mismo Garrett, a quien llamé el año que conseguimos reeditarlo tras once años de tregua (2001) para cerrar el festival, previas visitas del guitarrista Al di Meola y el bluesman británico Georgie Fame. A Kenny Garrett aún le asaltaban entonces los fantasmas de Miles Davis y su herencia (le ví con Miles en San Sebastián en 1990 -la última actuación en España del Principe de las Tinieblas- y con Marcus Miller, poco después, en 1994, en el fantástico teatro antiguo romano de Vienne (Francia). Electrónica a tutiplen.
Kenny Garrett en Vienne, foto by JAF |
La propuesta actual de Garrett es absolutamente diferente a aquellas fechas, incluso a su propia discografía posterior. Garret ha querido darse un homenaje y repasar algunas lecciones aprendidas en su gira clandestina. Entre toques de Latin Jazz en estado libre (desde hace algún tiempo viene acompañándole el percusionista Rudy Bird) género al que tampoco le hace ascos su actual hombre de confianza, el pianista venezolano Benito Gonzales y pasajes de la alta escolania del Art Ensemble con algunas socorridas referencias al propio Pharoah Sanders. Y es que cada tema actual tiene su destinatario histórico, su dueño, su dedicatoria. McCoy Tyner o Ronald Kirk o Art Blakey o, y sin que él halla llegado a mencionarle ni una sola vez, el mismo Wayne Shorter y aquella banda que todos llevamos en el corazón: Weather Report. El secreto está en la insistencia en una melodía (“para que todos la memoricen, la palmeen, la coreen”) arrastrándola posteriormente en un auténtico vuelo de notas donde la nueva sección rítmica, ,acústica ¡ojo!, (Corcoran Holt y McClenty Hunter no estuvieron en la grabación del disco) te lleven al mismo destino de siempre: África. Parada y fonda.
En el TC experimentamos la sensación africana a la que todo músico de jazz aspira. En esta disyuntiva los ritmeros lucen más y el pianista sólo sutilmente. Es otra cosa. Fue otro Kenny Garrett, tan bueno como el de siempre, tan africano como nunca.
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