Fallece el popular crítico cinematográfico y radiofónico
Se apagó. A José Antonio Tendero se le ha apagado la vida sin darse ni cuenta que ocurría. A la ciudad también se le ha caído una candileja, la de su propia historia de casi un siglo. Tendero se la sabía entera. Sus gentes y familias, sus calles y paseos, sus nombres. Supo siempre quien subió al balcón del Altozano enarbolando la bandera republicana un 14 de abril. Él estaba allí. Lo contaba con todo tipo de detalles.
También su infierno en la retirada valenciana en plena guerra civil: "ésas escenas de `Belle Epoque´, de Trueba o de `Ay Carmela´, de Saura, donde se representaba aquella horrorosa caravana, no tenían nada que ver con la realidad", contaba compungido. Utilizó la calle Boticarios, donde nació, para montar su pequeña cofa de vigía desde la que dominaba el entonces centro neurálgico de la ciudad: la Plaza Mayor, el cerrillo de San Juan y el Alto de la Villa. Nada, a dos pasos del Altozano donde gasté con él sus últimos paseos. Sin embargo, siempre se mostró reticente a contar su vida, insisto: la de la ciudad. En nuestras conversaciones yo tomaba apuntes en papelujos y los guardaba, como los suyos, envueltos en una goma elástica. En los últimos tiempos parecía más asequible al relato, pero entonces empezaron a fallarle algunas neuronas que guardaban recuerdos. Maldita sea, ahora si que va a ser imposible.
Justo al acabar la carrera de Magisterio le sorprendió el 18 de julio de 1936 con el levantamiento militar: "Estaba leyendo `Sin novedad en el frente´, que premonición, una tarde de domingo en mi casa" -contaba a Candelario Gómez para la revista La Seda en 1984-. "Lo anunció la Guardia Civil por las calles. A la semana siguiente entraron en la ciudad las tropas republicanas que venían de Levante y aquello fue terrible, aquello y los tres años que siguieron". Se confesó siempre escéptico en política y en la vida en general, aunque me solía confesar que a veces era "sicalíptico", algo que un día le llamó su madre. Le encantaba la palabreja. "No te pongas estupendo", me decía también recriminándome algún soliloquio. Tendero, el caballero. José Antonio Tendero que bailaba claqué al tres por dos y mostraba sus pantorrillas blancas como la nieve cuando llegaba cada 31 de agosto de la playa, pavoneándose de su desprecio a la arena y al sol del Mediterráneo . Tendero, que contaba como nadie la verdadera historia de la turronera de la Feria. El crítico de cine por excelencia, de toda la vida de Dios, en Albacete. Comenzó en Radio Popular cuando se inauguró, en 1960, y continúo hablando de cine, de libros y de todo lo que se ponía a mano tertuliana en la misma emisora hasta hace pocos años. De él hemos aprendido todo lo que hemos podido asimilar de su cultura inmensa, que ocultaba siempre como si fuera digno de vergüenza. Ya nunca nos cruzaremos por la calle con ése hombre tremendamente arreglado, infinitamente respetuoso, uno de los pocos hombres que he conocido que calzaba zapatos a medida y saludaba levantando el ala de su mejor sombrero. José Antonio Tendero era de ése tipo de personas que siempre hay que llamarles "de usted".
Con el apagón de Tendero se diluye parte de la vida de uno mismo. Cada vez esos arreones se hacen más insoportables. Incluso en este doloroso trance, es justo y reconfortante recordar su exquisita disposición: "Creo que estoy preparado para morir" -decía- "me gustaría hacerlo bien, dando ejemplo a los míos, dándoles ejemplo de que morir no tiene importancia, que es una cosa muy fácil de hacer. Puede aterrarme el dolor, la imposibilidad... pero no me aterra la muerte. Además, debo de estar de los primeros ya, con los años que tengo".
Ahora soy yo quien se quita el sombrero, mi querido Umperi Bogart.
1 comentario:
Tenderico... hombre de ideas claras...como vá hoy, Tendero??... jodío, pero contento- me decía.
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