4.10.10

Abycine. Diario del Festival. Domingo 3



Punkies y Polskies
La película de Jacek Borcuch, All That I Love, es una crónica de la situación vivida en 1981 en la Polonia de Walesa y Jaruzelski que, algunos años después, daría el poder al líder sindicalista, el propio Lech Walesa. En éste ambiente de desencantos y frustaciones surge el punk, sí, la música punk, como resorte de protesta ante la dictadura militar pro-soviética. Precisamente el protagonismo que adquiere el punk en la película, ése inocente e ingénuo punk polaco, es lo que no termina de cuadrar en el desarrollo de la película. Es más exacta la aproximación que hace el director polaco Radoslaw Piwowarski en 1985 con la película Yesterday. Allí, el enemigo a batir sería la indigesta tradición católica en la misma, pero más furiosa, política polaca frente a la irrupción e influencia en los jovenes de la música occidental de Los Beatles, con historia de picores juveniles incluida. Como en la película de Borcuch.
Salvando las distancias y, por supuesto, las comparaciones exagaradas, -confieso-, el uso del punk en la película viene a ser como lo que ocurrió cinematográficamente en España nada más morirse el dictador con el cine de destape y la transición. Recursos obligados que hoy se ven fuera de tiempo, gastados, patéticos en algún caso.
El punk, como movimiento musical, resultó ser un grito desgarrador y violento ante el incremento del paro y el desconcierto juvenil de barriada en el Londres de los setenta. Una nueva protesta ante lo establecido. La cuestión era diferenciarse de ese sistema que los había marginado por completo. Crestas que se elevaban sobre los engominados y prolijos cabellos de los Lores. Borceguíes y ropa militar de fajina, que además de ser la única accesible por provenir de las remesas de tiendas militares, denotaban una posición alejada del utópico sueño de paz y amor de la generación hippie y una actitud de lucha contra los parámetros sociales -"En 1977 espero ir al cielo /he estado demasiado tiempo en la cola del paro / y no puedo trabajar / Peligro, extraño / en 1977 estas en la nada / crees que esto no puede seguir / los periódicos dicen que ha mejorado / pero no importa no estoy allí." (The Clash), adornándose todo con actitudes agitadas antisistemas. El grupo del protagonista de All That I Love, es una banda rock, con todo lo que conlleva de rebeldía, que esgrime sus letras igualmente ante lo establecido por sindicalistas y militares polacos. Pero no es esencialmente punk, es otra cosa, quizá con un toque de ingenuidad e inocencia juvenil no desprovista de miedo. El único punk real del grupo es el bajista y quizá por su triunfo personal es por lo que al grupo se le atribuye el género. No acabo de digerir facilmente las atribuciones gratuitas en las promociones utilizando términos inexactos para vender el producto. Tampoco contribuye demasiado al buen trabajo, en general, de la película las escenas "made in Richard Lester" empeñadas en recordarnos la "frescura" de los jovenes grupos de rock.



La confusión Lurie
Todo fue confuso en la comparecencia de John Lurie en su denominada, incorrectamente, masterclass. Ni hubo discurso existencial, ni hubo preguntas al icono del cine underground americano, ni saltó el pellizco del feelin´ mutuo. Lo mejor, las proyecciones, tanto de los cortos de la serie Pescando con John, como la formidable película de Jim Jarmush, Bajo el peso de la Ley.

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