1.9.16

Bob Dylan, o el arte del documental


Eat the Document, Bob Neuwirth y algunos nombres del viejo catálogo


La secuencia del spot televisivo se desarrolla de manera natural, tal como ha sido copiada de un original de 1966 cuando su protagonista, un muchacho de Minnesota que acababa de hacer bingo en la lotería de la fama quiso alimentar su incipiente genialidad con un juego de palabras que confirmara, sin más atenuante que su propia figura desgarbada y peluchona, que todo el mundo estaba ante el nuevo y fulgente mesías de la modernidad. La escena nos muestra en primer plano una tienda de animalitos con carteles en el escaparate llamando la atención a posibles clientes:

"Se venden animales y pájaros a comisión"
"Recogemos, cortamos el pelo, bañamos y devolvemos a su perro"...
"Cigarrillos y Tabaco"

El tipo que lee los rótulos anda en esos precisos instantes inmerso en el rodaje de un documental sobre su persona (es un pope divino) y aprovechando la ocasión y consciente de la casualidad que le proporcionan dichos textos se hace el gracioso, o vaya usted a saber, le viene una inspiración inédita-hasta-entonces-en-la historia-de-la-escena-mundial y canturrea al libre albedrío:



"Quiero un perro que recoja y limpie el baño... me devuelva el cigarrillo... dé tabaco a mis animales... y dé comisión a mis pájaros."
"Busco a alguien que venda mi perro, recoja mi corte de pelo... compre mi animal y anime a mi pájaro."
"Busco un sitio para bañar a mi pajaro, comprar mi perro, recoger mi corte de pelo, venderme cigarrillos,  ¡y dar una comisión a mi baño!"
“¡Busco un sitio que recoja mi comisión, venda mi perro, queme mi pájaro... y me venda el cigarrillo!"
"¡Voy a pajarear mi compra, recoger mi voluntad y bañar mi comisión!"
“¡Busco un sitio que animalice mi alma... teja mi vuelta, bañe mi pie y recoja mi perro!"


El spot lo pasan en televisión estos días y me llama la atención. Me llama la atención el espécimen humano que exhibe esa actitud incorformista de aquellos quienes esos días se replanteaban el mundo que les rodeaba. Me recuerda la arrogancia propia del suceso musical y mediático que significó el Bob Dylan del 66. Sí, claro, aún no lo había dicho: el charlatán es Bob Dylan en 1966 y la campaña publicitaria que vemos estos días, extraída de un fragmento del documental de Martin Scorsese No Direction Home (2005) la protagoniza un banco que no me da la gana de nombrar porque desde hace unos años mi odio a los bancos se ha hecho visceral y me supura pus en el intestino grueso una remota relación con alguno de ellos.


PODERÍO MÍSTICO
El detalle del numerito callejero no tendría mayor importancia si todo lo que tocaran los dioses no se convirtiera en vino de Canaán o gloria eterna. Tampoco iba a ser un hecho aislado en la obligada orgía de picardías que en aquel tiempo el joven poeta y cantautor ya explotara aquellos días de intensa vida social: discos, televisón, actuaciones gloriosas en el Village y rodajes cinematográficos, en concreto el rodaje de aquel viaje al poderío místico que firmara Donn Alan Pennebaker como Don´t look back. Un documental lleno de figurantes en torno al ídolo.

Dylan, aquel año de gloria, 1966, estaba empeñado en demostrarle a todo el mundo que su paso a la electrónica musical no era ni error ni traición. Estaba convencido de que todos estaban contra él y no disimulaba su cólera. No iba desencaminado; entre otras declaraciones, mas o menos acertadas, en torno al inminente futuro del concepto Rock puede presumir, junto a Pennebaker, de adelantarse en el comienzo del documental, por ejemplo, a la era del videoclip con aquella versión atómica del Subterranean Homesick Blues, donde alojaba al aire los rótulos de la letra de la canción mientras el poeta beat Allen Ginsberg le pegaba la hebra al folksinger Bob Neuwirth, otro personaje que ahora aparece como un fantasma intermitente en aquellos años del fulgor Dylan.
Bob Dylan y Bobby Neuwirth
Neuwirth es el joven con gafas negras que no se despega de Dylan en el documental; es también quien aparece de pie, detrás de Bob Dylan, en la portada del álbum Highway 61 Revisited del 65. Un fracasado absoluto individualmente. Su disco 99 Monkeys se editó al fin en 1991 y nadie se enteró ni del disco ni de su amistad con el viejo Dylan en sus años jóvenes.

Don´t look back, ése fino ejercicio periodístico donde D. A. Pennebaker, pese a todos los inconvenientes puntuales, disecciona al judío de Duluth de una manera transparente no tuvo ni mucho menos la aceptación didáctica nacional, internacional ni por supuesto popular que algunos esperaban. El documento, que ninguna distribuidora quiso comprar por falto de interés,  llegó al final a manos del gerente de una cadena de espectáculos pornográficos que quería pluralizar su negocio. Observó el filme y le dijo a Pennebaker:  “Parece una película porno, pero no lo es. Es precisamente lo que estoy buscando”. Y así se estrenó Don't Look Back el 17 de mayo de 1967 en San Francisco.

El orgullo de Dylan se disparó y rápidamente comenzó a preparar su “obra cumbre”, la que le ascendería definitivamente a la gloria no como folksinger, ni como cantante de rock, ni bluesman, ni como poeta ni nada de esas "pequeñeces" que ya había experimentado..., sería como director cinematográfico, como excelso documentalista; en definitiva... como harían mas tarde los Beatles en Magical Mistery Tour. Dirigiría, un documental que reflejara fielmente la personalidad abrupta e inaccesible, también remotamente simpática y humana de quien un día se postraría en la misma tumba de Jack Kerouac. Se llamaría Eat the Document (1966), y sería otro informe en torno a su propia persona pero coordinado y dirigido de una manera más cómoda, sencilla e igualmente fiel a su impetuosa personalidad que el trabajo que acababa de presentar D.A.Pennebaker.

Lo hizo. Aprovechó algún metraje de Pennebaker en su gira londinense del 66; las tomas donde monta el escándalo en Newport al cambiar las guitarras acústicas por eléctricas (para muchos el comienzo oficial de la Era Rock); alguna canción con Johnny Cash y, sobre todo, el viaje en taxi junto a John Lennon donde ambos transforman la suma de todos los pedales del año en una delirante y descacharrante conversación (Lennon aseguró en alguna entrevista que la primera vez que fumó marihuana se la había ofrecido Bob Dylan):


Como material, suficiente para contentar a todos sus legionarios de por vida; como producto documental y periodístico... efectivamente, a la altura de Magical Mistery Tour de los Beatles o peor. Eat the Document, se pasó en la cadena de televisión americana ABC esos días y poco más se supo salvo en las ferias de coleccionistas de emociones fuertes. No terminarían aquí los delirios cinematográficos de Dylan. En 1975 se estrenaría Renaldo y Clara, pero esa si que es otra historia... y de las buenas.

...y dios creó la canción


Publicado el Viernes, 25 de abril de 2014 en Mas24, suplemento cultural del diario digital Asturias24

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