11.3.14

John Mayall, el último bluesbreaker


El maestro del blues se da una vuelta por España: Zaragoza, Avilés, Bilbao, Madrid, Málaga y Girona



Ése señor mayor  ordenando el
merchandising
Miércoles 15 de junio de 2011, John Mayall (Manchester 1933), el célebre músico de blues británico actúa a las nueve de la noche en el teatro Juan Bravo de Segovia. Me tomo con tiempo la llegada de la leyenda y una hora antes del concierto asomo mi interés por la puerta del teatro, antes incluso que lleguen taquilleros y acomodadores. Como voy bien acompañado, con gente de autoridad artística en la capital castellana (algunos miembros del no menos mítico grupo tradicional español Nuevo Mester de Juglaría) el acceso al hall del teatro que aún tiene las puertas abiertas de par en par para la limpieza y repostería no presenta ningún problema. Desde la puerta he visto que un señor mayor acomoda en el hall una pequeña mesita de camping repleta de discos, fotos y merchandising diverso del histórico guitarrista de Manchester. Me acerco para curiosear discografía y otros detalles y ante mi sorpresa, sorpresón, compruebo que ése señor mayor de gafas y equipamiento asilvestrado que coloca  delicadamente los objetos de culto en el velador es nada más y nada menos que el mismísimo John Mayall, aquel personaje inalcanzable por el que unos cuantos adolescentes como yo en la agonía de la década de los sesenta hubiéramos cambiado alguna hermana por un par de aquellos discos suyos que nos presentaron a los españoles el género de blues en condiciones; que sé yo... The Diary of a Band o el Bluesbreakers with Eric Clapton o el  Blues from Laurel Canyon.


La anécdota relatada y vivida en primera persona no hace más que confirmar el comentario de muchos de sus músicos, los bluesbreakers de toda la vida, en el sentido de la obstinación y obsesión que ha tenido siempre John Mayall en controlar cada uno de los movimientos que tuvieran que ver con su extraordinaria y sagrada misión apostolar de difundir el blues por cualquier rincón del mundo: las grabaciones y producciones de cada disco, la selección de clásicos cuando los temas no eran del propio Mayall, las portadas y diseños de los discos, escenarios, posición de los músicos en el entablado, la programación y contratación de las giras...

Eric Burdon, John Mayall, Jimi Hendrix,
Stevie Winwood y Eric Clapton en
una foto de la época
Vamos a ver: Mayall vivió durante algún tiempo en un árbol. Sí, en un árbol. Eso tiene que imprimir carácter y, desde luego control de la situación. Cuando hablo de una árbol estoy hablando de mantener entre ramas todos los elementos de confort que uno disfruta en cualquier hogar: agua corriente, luz, cama, estufas, equipo estereofónico... Estamos pues ante un aventurero perfeccionista, algo lunático y presuntuoso, desde luego original y bastante egocéntrico: “La música la pongo yo (el mejor blues de Chicago), tu tocas y te pago por ello”. Esto, dicho en 1963 a jóvenes talentosos como un tal Clapton, Eric Clapton, recién llegado de la juerga juvenil de los Yardbirds tiene su enjundia y su lógica pero no podrá evitar el vuelo del tucán en cuanto éste haya dado varios conciertos memorables. Le pasó con Clapton como le pasó con Peter Green, otra mano lenta o con Jack Bruce, John McVie, Mick Taylor, Keef Hartley,  Aynsley Dunbar, Andy Fraser, Harvey Mandel, Jon Mark, Johnny Almond, Mick Fleetwood... todos bluesbreakers, todos posteriormente fundando grupos como Cream, Fleetwood Mac, Colosseum o llamados por The Rolling Stones, banda nada sospechosa de mamporrear el blues. Acabamos de mencionar media historia del rock. John Mayall fue maestro y jefe de todos ellos y ejerció su exagerada personalidad a sabiendas de que el producto que les estaba “vendiendo” iba a ser perfectamente asumible y aprovechable en manos y talentos tan significados.

John Mayall, que por cierto empezó relativamente tarde su carrera musical (a los treinta años) con los primitivos Bluesbreakers,  como buen explorador de emociones fuertes no quedó atrapado al menos en aquella etapa (1960-65) en todas sus referencias iniciáticas del modelo Chicago Blues, ya sabes, Otis Rush, Muddy Waters, B.B.King, Elmore James, etc.,  como hicieron básicamente todos, he dicho todos, los bluesmen británicos de la época. Los mayores y por tanto también “maestros” como Alexis Korner o Graham Bond y los jóvenes como la “escolanía” antes mencionada con John Mayall.  Al contrario, en los albores de la década de los setenta hizo varios giros espectaculares en sus contenidos y abordó formaciones inusuales y francamente novedosas en el mundo del blues: El álbum Turning Point (1969) presentaba en directo a una banda sin batería y con el protagonismo casi absoluto de la flauta de Johnny Almond y aquella acústica inolvidable de Jon Mark. La formación se repetiría en dos discos más, el Empty Rooms y el USA Union, ambos joyas del 70,  si bien en el último se incluía al violinista llegado de las Madres de  Frank Zappa, Sugarcane Harris. Tres discos soberbios, originales, brillantes, muy por encima de la media. Yo creo que fueron los que definitivamente le dieron la gloria a John Mayall como músico y compositor, acabando con la vieja leyenda de que su persona había sido utilizada por las incipientes grandes estrellas (Clapton, Green, Taylor) para la propia proyección personal de estos. Luego llegarían incursiones muy vistosas con secciones de viento y arreglos en algún caso cercanos al jazz, pero para ése entonces John Mayall ya no tuvo que justificar su fama de haber sido simplemente un gran instructor de blues.


  No obstante, parece que a finales de los setenta del pasado siglo Mayall se equivocó al cambiar su domicilio británico por el de los Estados Unidos, posiblemente pretendiendo con ese viaje estar cerca de la versión blues más correcta, la original y genuina de New Orleans que la que él había practicado desde sus comienzos inspirada en Chicago. Desde entonces, curiosamente,  los discos de Mayall perdieron en frescura y personalidad y no, no siguió con su vocación, al menos que se sepa exitosa, de fabricar gemas sonoras a la altura de Eric Clapton, Mick Taylor o Peter Green, bachilleres hoy doctores que suelen acudir a los homenajes que ya el gran sabio de Manchester comienza a recibir con cierta frecuencia.

John Mayall en Segovia (2011)
En Segovia, cuando le vi, hace ya casi tres años, desgranó gran parte de su repertorio vital, el de los sesenta... The Bear, Long long Midnight, California, Room to Move claro, además de su último disco conocido, Tough (2009) con una banda muy aseada y profesional compuesta por el fornido guitarrista  Rocky Athas, el teclista Tom Canning, Greg Rzab al bajo y la batería de Jay Davenport. John Mayall tocó su pequeño teclado de bodas y comuniones, también la guitarra y, eso si,  la armónica, francamente impecable.
Ni que decir tiene que a mi no me dirigió la palabra una vez comprobado que yo no tenía ninguna intención en adquirir nada de su pequeño rastrillo en el hall del teatro.
Y es que los años le están haciendo a uno perder mitomanías.

Publicado en la revista mensual de cultura El Cuaderno, número 54. Marzo de 2014.

1 comentario:

Artimañas Pepe Garrido dijo...

Me encanta la capacidad que tienes para acarrearnos a terrenos del cinco a estas figuras que hemos tenido por lejanas e inalcanzables. Me imagino a John Mayall con su tenderete en el teatro, enchufando el mismo los cables de esa armónica con patas que toca en los bolos...
Junto a los vinilos, que conservo, de vez en cuando escucho en CD el USA Union con una foto de John Mayal donde se parece sorprendentemente a Mari Trini, aunque con barba de chivo. Una figura singular. Coincido contigo en la deriva de algunos de sus discos, pero todo se le perdona a este zahorí que ha encontrado las vetas y aguas que han regado cincuenta años de la mejor música. ¡Qué ojo para echar cluecas!
Un placer escucharlo a él y leerte a ti.
Un abrazo.