15.9.12

Patti Smith, las viejas amistades



Los Discos del Año. Julio
Banga. Patti Smith

Es como recuperar una vieja y sincera amistad. Tomarte con ella unas cervezas los sábados en la Tasca El Gordo o unas copas cualquier día en casa recordando viejas aventuras. “Patti y yo hemos vuelto a vernos”. Aprovecho para leer su libro memorístico Just Kids, donde desnuda toda su juventud junto a Robert Mapplethorpe, donde me entero que vivieron largas temporadas en el Hotel Chelsea y de que ella le instigaba a probar con la fotografía y él le correspondía con animos a su poesía, a su también entregada pasión por las imágenes, lejos, muy lejos aún de las guitarras y el rock and roll, aunque ya se había comprado su primer disco gracias a sus primeros trabajos como aprendíz en una librería: el You keep me hanging on de Vanilla Fudge (¡joder, ése fue mi segundo disco comprado!).

Es como si Patti Smith hubiera explotado de pronto su particular caja de truenos: la poesía (siempre), el arte (realizando instalaciones puntuales), la fotografía (una reciente exposición global, antológica) y la música, su último tren a la fama con final felíz. Banga, el disco presentado este año tiene la culpa. La alegría de su vuelta es doble cuando me entero de sus legionarios, los mismos de toda la vida: Lenny Kaye, Jay Dee Daugherty, Tony Shanahan y, por supuesto, Tom Verlaine (¿le recuerdas en Television?, sí el de Marquee Moon). En la aventura le acompañan ahora también sus hijos, Jackson y Jessi, y el guitarrista Jack Petruzzelli con Johnny Depp, el actor, tocando la batería y la guitarra. Patti ha tenido siempre una inquieta habilidad para las amistades. Le viene de chavala, cuando se encontraba con Jimi Hendrix en alguna fiesta, a Bob Dylan en un café, a Janis Joplin en un restaurante (pasó delante de su mesa y sólo se atrevió a decirle ¡hola!) o cuando Allen Ginsberg le invitó a un café creyéndose que era un apuesto chaval.

El álbum está saturado de poesía, cantada o hablada. Su gama de temas parten de una reflexión no didáctica sobre la crisis ambiental, el dominio del arte como la mejor relación del hombre con lo divino, así como su devota inclinación a los homenajes (Amy Winehouse, María Schneider). Elegías y canciones de amor, todas  interpretadas con autoridad y ternura y un par de tímidos repasos a composiciones de Sun Ra (magnífica Tarkovsky) y al Neil Young de After the Gold Rush. Toda una declaración de intenciones biográficas, todo un mensaje para sus contemporáneos, su generación: Nunca me fui y nunca me iré. Gracias, amiga.


1 comentario:

check dijo...

Totalmente de acuerdo con lo expuesto.. hay gente a la que no hay que soltar por muchos años que lleve en esto de la música..