23.12.10

Seahaven, la ciudad artificial




Esta mañana he querido jugar al personaje de Scouspy en el Laberinto de los Sonidos, ahora también Imágenes a través de mi web-cam. He visto a Eloy M. Cebrián, el escritor, en un viejo sótano de Edimburgo dándole a la guitarra acústica en una suerte de Nick Cave tremebundix. No acierto a entender qué canta, pero me asombra la facilidad de manejo que tiene con las cuerdas y la prestancia de su discurso. Me siento junto a él y me explica que está ensayando para no se qué concierto homenaje. Acaba de presentar su libro Operación Beowulf y necesita, dice, distraer la atención a otros ejercicios mundanos. Me gusta.



Acabo de llegar de Seahaven. He estado allí, recluido, durante la nada despreciable suma de tres meses, en una gran burbuja de artificio vestida de farsa global en la que he ejercido de Gran Hermano: Observado, manejado y manipulado de manera condescendiente por todo lo que ha rodeado mi vida los últimos sesenta años. Régula y Quirce, mis propios hijos, me sacaron un billete allá por el mes de septiembre con destino a Seahaven, la ciudad artificial, con fecha y hora de regreso obligado el sábado 18 de diciembre a las 21,00h. Todo planeado; todas las experiencias de mi vida desde entonces registradas intencionadamente para condicionar mi forma de ser y explotarlas en una gran traca final. Es ahora cuando experimento, tras varios días de zozobra e incredulidad, la fascinante sensación de haber respirado una vida virtual.



En una comida gremial, el pasado mes de octubre, me jactaba de la inconveniencia de celebrar un cumpleaños tan engorroso como el del traspaso a otra década. No por la coquetería del guarismo, ni por la propia inconveniencia del espectacular salto de década, sino porque la faena me reportaba un sensible acercamiento a la hora final. Mal asunto: ya queda menos, sostenía vehementemente. Régula tiró de ficción y una tarde me atracó a las tres. Aprovechando un descuido de tiempo muerto en mi computadora arrambló con mi valiosísima agenda informática, la fusiló utilizando ésa minucia digital con pinta de mecherete que atiende por pen-drive y se llevó uno de los tesoros más preciados que hoy día uno puede guardar en su Pandora personal (“más de uno mataría por ése archivo”, me dijo un día Alfonso Lecumberry, el conocido gestor digital). Desde ése momento nació Seahaven, la ciudad fantasma. Y todos habitaron sus calles, sus plazas, sus terrazas, sus casas, mi casa. A los pocos días Seahaven abrió sucursales en Gijón, Ibiza, Bilbao, Madrid, Nueva York, Plasencia, Tobarra, Cordovilla... y hasta en una pequeña aldea manchega llamada Las Peralosas, en el entorno de Daimiel, donde acudí a unas jornadas espirituales con la jocosa excusa de una Poda Survival con parte de mis allegados varones más cercanos, incluido el otro socio de la trama, el pacífico Quirce, el mismo que amenazaba a mis espaldas a mis contertulios con el gesto de la guillotina cuando barruntaba alguna indisposición. No había más verdad en el mundo real que la que existía en mi propio mundo artificial. Éste año no fui a Gijón, ahora casi me alegro porque allí también esperaban furibundos mis queridos y fraternales socios virtuales: ¿Qué demonios me dirían para desviar mi atención del molesto cambio de década?.


Después de Seahaven, vuelvo a la burbuja, retomo a Scouspy y miro por ése pedacito de web-cam con periodo retroactivo que me asiste. El grupo Mercromina ensaya uno de sus tiros y Juan Carlos Kaos brama I am the walrus. Me despepito en las pruebas y me atrevo con algún coro. Rosendo Romero abre la caja de los truenos con el mejor blues que he escuchado en directo, virtual, en mucho tiempo a golpe de Cerrolobo. Ensayo el Knockin On Heavens Door con Andrés García Cerdán... “Mama, take this badge off of me I can't use it anymore”; Andrés es dylaniano convencido como yo y entusiasta de todo su repertorio. Jugamos ambos al artificio de la canción y le oculto que le van a dar en unas semanas el premio Barcarola de Poesía. Quiero que sea una sorpresa para él. El laberinto es sinuoso y el viaje no tiene desperdicio. Me las compongo como estoy, en pantuflas y camiseta Velvet y me largo a Cordovilla, hace tiempo que no veo a Perico Giménez. Después Gijón, es lo que tienen los mundos de Scouspy. Allí, en la plaza del Marqués, en el bar 4.70, con Enrique su dueño, está Juan Carlos Gea que nos muestra sus adelantos en la guitarra en el complicado tinglado de los acordes de Life is long song, mi canción preferida de Ian Anderson. Al Choni le sale a la primera y Enrique y yo aplaudimos entusiasmados. Luego Enrique pincha un vinilo EP de Lone Star y nos tomamos unas cañas. Desde la cabina de Scouspy uno se siente prisionero de por vida y no experimento otro mundo más que la proyección del mundo real, el escenario que se me representa. La sensación es alucinante. Puedo ver y oír la trama de la vida sin salir de la burbuja. Se trata de una explicación metafórica, realizada por el filósofo griego Platón al principio del VII libro de La República, sobre la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. En ella Platón explica su teoría de cómo con conocimiento podemos captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón). Filosofía pura que yo no conocía y que me produce una cierta sensación agradable.


Me revelo, no obstante, ante la truculencia de otro cumpleaños cercano como el de la Negra Pilar. Como yo, Pilar palpa la nueva década y le hacen una fiesta que me asusta y en la que participo como figurante. Subo miméticamente al tren de la década allí representado virtualmente. Río y disfruto con Paco Polope y Luis Enrique Simón, ignorando que las redes de Régula y Quirce han llegado hasta el Corral de los Niños. Ahora son todos ellos los figurantes. Otra vez Seahaven y la percepción de una vida paralizada por un cierto reflejo del clásico miedo a ser observado. He sido un true man durante tres meses y ahora sólo me reconforta el Laberinto de Scouspy.


No estoy seguro de haber dejado, definitivamente, Seahaven.

1 comentario:

guayo dijo...

beautiful Padre, como siempre...