2.1.10

Capitulo I. La Orquesta del Maestro Leopoldo




EL TESORO DE LODARES

I. LA ORQUESTA DEL MAESTRO LEOPOLDO

El Ideal rezumaba a traje de chaleco y Bobadilla 103, zarzaparillas y tabacazo. En el Ideal tocaba la orquesta del Maestro Leopoldo (Leopoldo Martínez el sastre) en el año 43. Un bandón. Diez músicos en escena a tutiplén. Foxtrots y alguna coplilla conocida. Le llamaban la Orquesta Jabelc y de vez en cuando utilizaba a una vocalista atrevida.

- A continuación la bella señorita que lleva por nombre Lolita Caballero interpretará la conocida melodía...

Lolita Caballero un día se subió al carro del cantaor andaluz Juanito Valderrama y cuando la volvieron a ver ya se llamaba Dolores Abril y te miraba por encima del hombro, escupiendo todo el resquemor acumulado durante tantos años de envidia y abstinencia en la calle Herreros.

No fue la única. Pilarín Arcos también cantó en el Ideal con la Orquesta Jabelc; era aragonesa y a decir de los entendidos lo hacía estupendamente. El Ideal estaba entonces donde ahora unas maquinas automáticas engullen sueños a los incautos, puerta con puerta del otrora glorioso Teatro Circo. Antes, la Orquesta Jabelc había presentado ya en Albacete, en la sala Capitol, a Angelita Campos, hija de un teniente de aviación que había causado sensación por ser la primera vocalista femenina vista en la ciudad. La muchacha interpretaba el foxtrot de maravilla. Dolores Artigao también lo hacía bien, pero se casó y por lo visto el marido no quiso que siguiera con la cosa del espectáculo.

Días de radio y verbena, de señoritas y galanes, de bigotitos y pañuelos en la pechera. Días de bailes en pleno Altozano, serenatas a la luz de la luna como escribiera con éxito el ya entonces popular en todo el mundo Glenn Miller. Las madres enviaban a sus hijos a coger sitio horas antes del baile. Un tablao de madera picada sostenía en la misma puerta del Capitol a la Orquesta Jabelc y al maestro Leopoldo; Leopoldo Martinez el sastre indicaba con presteza desde su piano las piezas que tenían que sonar, que no eran otras que las que se oían por la radio, no había otra cosa.

El pianista y director de orquesta Leopoldo Martínez en su época dorada
Estás que arrebatas, preciosa
estás de lo más retrechera,
estás tan bonita y graciosa
que luces airosa tu sal postinera.
Estás tan soberbia y airosa
que luces mimosa tu gracia chispera.
Cuando me miras, morena,
de adentro, del alma, un grito me escapa
para decirte muy fuerte...
¡guapa!, ¡guapa! y ¡guapa!
(TRES VECES GUAPA. Maestro Laredo)

La famosa orquesta Jabelc en el Parque de los Martires

La orquesta Jabelc  se llamaba así porque sus letras eran las iniciales de los miembros fundadores: Gallardo el violinista, Antonio Cordón y Jerónimo a los saxofones, Nieto al contrabajo, Requena a la batería, Podio y el Magras de trompetas y Leopoldo Martínez al piano. Me lo cuenta Antonio Cordón y, por más que lo intentamos no damos con esas iniciales que debían responder a sus nombres de pila o vaya usted a saber a qué apodos. Los años cobran su tributo a la memoria. Al poco tiempo entró Benito Ruiz Pérez y "era tan bueno que sustituyó a los dos trompetas originales".

En aquella década de los cuarenta la guitarra era un instrumento extraño a las orquestas, decían que las tocaban los negros en America cuando te querían contar alguna desgracia, pero en Albacete a Martin Carretero no le iba nada mal con su taxi y además aún no había hecho la mili cuando se enroló como guitarrista en la Jabelc. Mas que tocar la guitarra la limpiaba. Era blanca, de caja grande, de esas que hay que tocar sentado. Ojos claros, escondidos en gafas de funcionario, su extremada pulcritud ejecutando llegó a llamar la atención de Franz Joham, el héroe de la televisión española, sí, el de la sonrisa dentrífica, cuando con sus vieneses se tomaba un respiro en una función del Teatro Circo. Carretero tocaba con la Jabelc justo al lado, en el Ideal. De ahí se lo llevaron Arthur Kaps y su troupe, incluidos Hertha Frankel esposa del director austriaco, la perrita Marilyn y Gustavo Re. Cuando Albacete lo recuperó fue sólo a través de la televisión, muchos años después, acompañando siempre a la orquesta del maestro Ibarbia, por ejemplo, en aquella de...

Voy, como un alma en pena tu recuerdo a buscar
a esa playa morena donde te iba a esperar.
Sufro tu silencio, que aún no sé si es ruindad,
y ellos con sus murmullos calman mi soledad.
No, no estoy solo; conmigo están la noche y el mar
mudos testigos que oyeron que me querías jurar.
Me hace el rumor de las olas otra noche recordar
en que yo amaba de veras y tú fingias amar.
(MUDOS TESTIGOS. Ganadora del Festival de Benidorm 1960. Arturo Millán)

O aquella otra, mucho más polémica...

Enamorada, mmm...
con los labios en flor encendidos como una granada...
estás enamorada
(ENAMORADA. Santy. 1960)

Pero "en los sitios buenos y elegantes siempre había dos orquestas", dice Antonio Cordón.

La Orquesta Espinosa era la otra. Aparecieron algo después que la Jabelc. Espinosa, el maestro, era un pianista muy bueno y tenía un hijo que era extraordinario tocando música americana. Una filigrana. Era tan bueno que un día acabó dirigiendo una sinfónica que tocó en Albacete y que la tarde anterior se había quedado prendado del chaval en un ensayo. Desde luego acabó dirigiendo la orquesta de su padre y entre otros músicos de renombre contó con la voz de una jovencisima Pilar Lorengar que de alguna forma tuvo que empezar su impresionante carrera artística. Claro que también José de Aguilar llegó a cantar con la Orquesta Jabelc, un poco antes de hacerle el himno al Real Madrid (sí, el oficial de tantos años: "de las glorias deportivas..." ) y de bordar literalmente su gran éxito "Torito bravo". Cuando comenzó en la orquesta apenas tenía 17 años y estos le convencieron para que se presentara a un concurso de Radio Madrid que dirigía Bobby Deglané. Aguilar lo ganó, se hizo famoso y ya no volvió a su tierra sino para comerse unos churros en el chiringuito de los Villodre, en el paseo de la Feria, ahora café Bwana.

Allí, junto a los Jardinillos, tocaban las dos orquestas, siempre alternándose, nunca al mismo tiempo. No existían ni el palacio ferial ni la Caseta de los Jardinillos. En el quiosco que daba a la explanada tocaba la Orquesta Espinosa, en el centro de la misma, subidos en un andamio, la Orquesta Jabelc. Los músicos se llevaban francamente bien, pero los pianistas no se podían ni ver de la rivalidad que existía entre los dos. En aquellos tiempos de Pedrés y Montero hubo quién llegó a las manos por demostrar sus preferencias musicales: Leopoldo Martínez o el maestro Espinosa.

Años, los 50`, de Carosone, introductor real de la guitarra eléctrica en España, años de Lorenzo González, Damirón y su Ritmo, Al Caiola, Perez Prado, Aldomero Romero, fuentes en las que bebian una y otra vez Leopoldo Martinez y el maestro Espinosa a través de las partituras que recibían de los mismos creadores bajo el compromiso de que después de cada actuación incluyeran sus nombres en la hoja de autores que oportunamente les pasaba la Sociedad con el último soplo de trombón. Así se llevarían unas perrillas. Otra argucia que utilizaron los respectivos directores fue la de suscribirse a colecciones que se editaban entonces, donde se incluían todos los temas de moda. Se daba el caso que a veces tocaban melodías jamas escuchadas por los propios músicos que las interpretaban.

La Orquesta Jabelc de 1941. De izquierda a derecha: Antonio Tortosa, Pepe Martínez, el Magras, Pepe Podio, Jerónimo García, Leopoldo Martínez, Julio Arbugel, el bello Gallardo, Antonio Cordón y Jesús Requena

Cristobal Martinez también fue batería de la Jabelc, y Pedraza el Nene, y Miguel Robles Robles "Tobi". Antonio Tortosa fue el trombonista y un murciano que se llamaba Puchol que acabó tocando en la banda municipal. Y el Chiqui. El último contrabajista fue Juanito López que sostendría el pesado instrumento durante muchos años, aunque Juanito también fuera un especialista en el violín y durante una época en el trombón de varas. A Juanito lo que realmente le gustaba era el jazz, pero aquello era un exotismo no permitido hasta entonces en Albacete. Juanito vería pasar frente a su tez aviruelada algunas generaciones de músicos, incluso dentro de la misma Orquesta Jabelc. Hubo compañeros que le llegaron a llamar "Señor López".

En los tiempos en los que el bello Gallardo tocó el violín en la Jabelc la orquesta aprovechaba los huecos de la verja que había entre los Jardinillos y el paseo de la Feria para tocar siempre mirando al público. Lo único que tenían que hacer era girarse. Ahora tocamos para ustedes "El Manisero", ahora para ustedes otros "La Cumparsita" y estallaba el baile. Gallardo, el violinista, tenía éxito entre las mozas, la flor de cada baile se embelesaba con sus trajes impecables, su arrebatadora mirada  y esa sonrisa que sabia utilizar como nadie. Era un guaperas, con éxito, porque además de estar en la gran orquesta Jabelc trabajaba en un banco y en aquellos años cuarenta, años de racionamientos y privaciones, trabajar en un banco suponía tener un pasaporte para el futuro. Pero el trabajo de la banca nunca ha satisfecho a los artistas y terminó dejándolo todo: la Jabelc, los manguitos y las señoritas  de Albacete. Con una orquestilla catalana recorrió medio mundo, dicen que hasta estuvo en Egypto. Al bello Gallardo le sustituyó un violinista llamado Turpin, hombre ducho en la fotografía y un poco caricato. Un excelente animador, pero no era guapo como Gallardo.

Cuando los sueldos estaban a 7 pesetas el jornal, la Orquesta Jabelc ya ganaba 20 por sesión y repartía su repertorio en los batiburrillos que se montaban en el Ideal, primero, y mas tarde en la sala Capitol, y de vez en cuando en la cafetería del Hotel Central, en plena calle Ancha. Allí también solía tocar la Orquesta Espinosa. La amplificación del sonido consistía en un micrófono adelantado para el crooner de turno y punto. Pero es que no necesitaban más porque la gente escuchaba con atención y el único motivo de despiste podía ser algún desmangado provocativo, el de Mari Luz Portero, por ejemplo, que un día apareció en un baile ¡en pantalones!.

Tu tienes
una carita deliciosa,
y tienes
una figura celestial,
tu tienes
una sonrisa contagiosa,
pero tu pelo...
es un desastre universal.
(Despeinada.versión Francisco Heredero)

Hace muchos años que Antonio Cordón colgó su saxo alto y ahora se le ilumina el alma, se le enciende la cara, cuando recuerda la aventura de la Jabelc o su propia llegada a esta ciudad, desde Peñarroya Pueblonuevo, provincia de Córdoba, donde nació. Tiene la certeza de que hizo lo que tenía que hacer cuando un trompetista de un orquesta madrileña llamado Jose Maria Barco le ofreció un puesto en la misma.

- "Estás perdiendo el tiempo aquí", le dijo.

Cordón se había casado recientemente y además se había colocado en el Instituto Nacional de Previsión (un seguro para toda la vida y blá,blá...)

- "Eso se arregla con un traslado", insistió el trompetista.

Lo del traslado era negociable, pero cómo se dejaba Cordón a su reciente esposa en Albacete. Te lo dice y entre conformista y resignado añade, mientras rebusca en el neón que nos alumbra

- "Al final me quedé para siempre".

Ahora pasea sus recuerdos cada mañana por el parque Lineal, desde sus inicios en la banda municipal de Albacete con un asturiano como director, Martín Varela, que acabó en la municipal madrileña, hasta su concisa participación en la Orquesta Mogambo, donde conocería a aquel acordeonista buenisimo llamado Tomás Rubio que era de El Herrumblar o al guitarrista Antonio López, pasando por aquellos vertiginosos años de la Orquesta Jabelc, la de los ensayos en la sastrería del maestro Leopoldo Martínez.

- "A mi siempre me han gustado los negros tocando. Tienen una gracia especial, llevan el ritmo en el cuerpo.".

La Orquesta Jabelc fue, como se ha dicho, toda una institución. En los años sesenta Leopoldo Martinez Jr. heredó el piano de su padre y la misma dirección del combo. A los catorce años ya había tocado con ellos alguna pieza en el Casino Primitivo, último reducto habitual de la vieja banda. Comenzó colándose en los ensayos de la sastrería, calle Concepción, hasta hacerse con el control absoluto. Para entonces prácticamente había habido que recomponerla salvando únicamente de la jubilación al formidable contrabajista Juanito López. Desapareció de los afiches el nombre de "Orquesta", ya trasnochado y poco acorde con los tiempos que se avecinaban y quedaron en llamarse Los Jabelc, mas adecuado a lo que se estaba cociendo en el país. Leopoldo llamó a Antonio Cuesta, hijo del popular e inolvidable profesor de dibujo de medio Albacete Don Abelardo para tocar la batería; a un detallista (regentaba una tienda de ultramarinos) ilustrado en la guitarra como Vitorino, caja grande método Carretero y a su propio hermano José Luis, tan pulcro en el micrófono como su padre y su hermano con el piano.

La nueva orquesta Jabelc de los sesenta: José Luis Martínez, Juanito López, Leopoldo Martínez Jr., Antonio Cuesta y Vitorino

A los nuevos Jabelc les llovían los contratos en los sitios finos. El Casino Primitivo, por ejemplo, que desde hacía algún tiempo destacaba por sus magníficas chocolatadas en Feria o Navidad. La explicación era sencilla: Los Jabelc calcaban las canciones de moda, vestían correctisimamente y en ningún caso arrastraban las melodías hacia derroteros modernistas, como ya empezaba a ocurrir con algún melenudo visto en los periódicos. José Luis Martinez, cantaba "Bella Durmiente" bajo el esquema clásico del vocalista aseado:

Bella Durmiente,
desde que te vi,
yo me he quedado,
prendado de ti...

Y mientras las chicas "pullover" suspiraban, las madres de las chicas "pullover" que estaban ahí, a la que saltara, suspiraban igualmente por aquel muchacho tan guapo y tan fino que bien pudiera llegar a ser su nuevo yerno.

La Caseta de los Jardinillos, inaugurada en aquellos vaporosos años, solía presentar a estrellas conocidas de la radio y la televisión, el Capitol, la sala de fiestas del Gran Hotel, con un pasillo infernal hasta los camerinos, el Estamento en pleno Altozano, comenzaron a ser los escenarios habituales de los bailes y verbenas de la villa. Allí, Los Jabelc repetían ímpecablemente su conocida retahíla: "La Yenka", "Baby Night" o "La Cebra Puá" de Torquato y Los Cuatro, y cuando José Luis debía descansar su voz atacaban por The Shadows, un grupo británico instrumental que en aquella época llenaría de influencias a todos los jóvenes músicos nacionales.

En la coquetona terraza de verano del Casino Primitivo un día vieron a los catalanes Marina y los River Golden, "eran extraordinarios": a Leopoldo Martinez Jr. aún no se le ha olvidado aquella actuación:

- "Estábamos a mil leguas del resto de España".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todavía se puede comprar el libro?, yo lo quiero.....