15.7.16

Seattle, incidental


La Ciudad Esmeralda y mi tío Jimi

Es una cosa seria, Seattle, La Ciudad Esmeralda, la urbe más grande del estado de Washington, con 574.000 habitantes. Situada al noroeste de los Estados Unidos, Seattle es una pincelada al buen gusto arquitectónico, donde quedan mezcladas las diferentes formas de vivir el carácter portuario que ofrece un enclave casi completamente rodeado de agua, con el Canal Puget al Oeste, el lago Washington al Este y el lago Union conectándolos a ambos al Norte. El Océano Pacífico queda a sólo 75 millas. Una ciudad tranquila, para perderse, para retirarse de todo, que no pierde sin embargo su extremada afición a llamar la atención internacional: allí en Seattle se fundó la primera compañía aérea de navegación, Boeing; y allí también inició su imparable carrera popular la cadena de cafeterías Starbucks; en fin, allí, en la comunidad de Redmond tiene su sede ésa corporación que a todos nos suena llamada Microsoft y en Seattle, hace ahora 20 años, un sello discográfico absolutamente independiente, Sub Pop, creó el sonido Grunge, que marcaría el horizonte del rock durante toda la década de los noventa y a gran parte de la generación que ahora peina los cuarenta. En Seattle también nació Jimi Hendrix.

Pike Place Center
Lo primero que hacemos los albaceteños de secano y estepa cuando visitamos una ciudad marinera, no me pregunten, es acudir al puerto a ver que pasa. Desde luego, para ése menester, Seattle tiene preparada ya de antemano su espectáculo con el Pike Place Center, un mercado para regocijo y disfrute de curiosos del mar y su fauna. Entonando cantinelas marinas los pescateros se lanzan entre puesto y puesto enormes atunes al grito de ¡Pez va!, un número coral destinado intencionadamente para sorprender y divertir al visitante. En esas, uno de esos enormes pescados se desvía de la ruta y va a caer entre el público, que comprueba inmediatamente que el pez es de goma. Escacharre y blues, porque el mercado está salpicado de músicos callejeros del género algodonero. Algunos armados de Dobro y Steve Ray Vaughan. Cosa seria. El paquete es formidable: langosta, cerveza y Cruce de Caminos. Me apunto. También al Whiskey Bar en la Segunda Avenida, donde pasadas las nueve de la noche Ronnie Pierce invita a todos los músicos de la ciudad que quieran apuntarse al fastuoso show de su Jazz Band. Y ahí los tienes, todos con su saxofón, su trompeta, su guitarra o su armónica, ¡por dios qué armónica!, Ray McKenzie, acodados en la barra redonda, tipo serie Cheers, con sus pintas negras esperando turno. Definitivamente me apunto a esta ciudad. En el Dimitriou´s, Al Pilcher toca a Duane Allman e invita al escenario, al parecer una sana costumbre, a un invidente a tocar la guitarra, suena Black Hearted Woman y me despepito escuchando al ciego. En la Plaza Pioneer, centro de clubes, cafés al estilo europeo y bares, dicen que ésa noche va a tocar Leon Hendrix, el hermano del divino, en uno de ellos. Mientras compruebo la conjetura del reclamo observo un indigente sacado del mismísimo texto de Los Fantasmas de Edimburgo, del paisano Eloy M. Cebrian. La oscuridad de la noche presenta una inmundicia humana que no ocupa ni un metro cuadrado de esquina. Golpea frenéticamente una lata vacía de tomate frito y canta...¡Oh cielos!, ¡Purple Haze! del gran hacedor. No me hace falta ver al supuesto hermano de Jimi, el show lo tengo bajo mis rodillas en forma de excremento. Un par de dólares y a otra cosa.

Ronnie Pierce












El Space Needle, por ejemplo. Una estructura de 184 metros de altura realizada por Edward E. Carlson e inspirado en la torre de Stuggart, en Alemania. Se construyó con motivo de la Exposición Universal celebrada en Seattle en 1962. La aguja tiene su centro de gravedad a un metro del nivel del suelo y, dicen sus biógrafos, ha soportado vientos de 320 km. por hora y varios temblores de hasta 9,5 grados, cosa normal allí si tenemos en cuenta que una de las verdaderas atracciones de la ciudad, también desde la Aguja Espacial, es observar el volcán Rainier, siempre patrullando desde el horizonte, con esa mirada celestial mitad paternalista mitad impaciente por bramar. "El día que lo haga nos vamos todos al carajo", dice Eric Sánchez, un médico neoyorkino que ahora trabaja en el barrio de Queen Ann. Eric nos remite a 1980, cuando el monte Santa Helena, cercano al Rainier, sufrió una erupción volcánica considerada la más mortífera y económicamente destructora en la historia de los EE.UU. Murieron 57 personas y entre ellas no figuraba, como se insiste desde Seattle, el ex-presidente americano Harry Truman, que tuvo el dudoso honor de ordenar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945, aunque sí le pertenece a él aquella famosa frase un tanto inoportuna: "Si no soportas el calor, sal de la cocina".

Experience Center Music
Frente a la torre donde se divisa toda la ciudad existe un auténtico complejo cultural, el Seattle Center, con el Centro de Ciencias Pacific, un museo y un teatro para niños, la Casa de la Ópera, los teatros Bagley Wright y Seattle Center, el Key Arena -deportes y eventos especiales- y el Experience Music Project, diseñado por Frank Gehry e inaugurado en 2000, donde tiene cabida el Museo de Ciencia Ficción, un ofertorio creado para satisfacer la pasión por el Jedi y toda su prole galáctica. Muñecos, trajes, simulaciones y todo lo referente al mundo creado por George Lucas. El Experience es un museo del rock creado a mayor gloria de Jimi Hendrix, que tiene allí su propia sala donde reposan los trajes que utilizó en sus actuaciones, el mítico de la Isla de Wight, sus diarios, pedales y hasta los desechos chamuscados y destrozados de sus guitarras, incluida la que inmoló en Monterrey. Hay una referencia valiosísima a la historia de la guitarra eléctrica, desde la vieja inventada por Orville Gibson en 1897 hasta toda la saga Fender, pasando por la National Steel de Tampa Red en 1937 y ejemplares expuestos pertenecientes a Charlie Christian, Duane Allman, Roger Mc Guinn, George Harrison, Eric Clapton, Les Paul o Jeff Beck. Una joya. En realidad es un homenaje a la historia del rock, donde obviamente tiene su hueco todo lo referente al sonido grunge, con material propio de Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains o Nirvana: cartelería, ropa de actuaciones, entradas de conciertos, videos, etc. El colofón lo marca un gran estudio de grabación donde, con técnicos incluidos, te puedes marcar el single de tu vida por un precio simbólico.
El Museo proporciona uno de esos momentos excitantes en los que tu propia vida desfila entre sus vitrinas dando bandazos, arrastrando tras de sí nombres y nombres que quisieras tener precisamente justo allí, en ése delirante instante. Seattle ha conquistado de repente su carácter etéreo e intangible y lo único que te queda es viajar 25 kilómetros dirección Renton, visitar el Greenwood Memorial Park y dejar un pequeño mechero de un conocido restaurante albaceteño junto a la tumba de Jimi Hendrix como avituallamiento para posibles despistados a la hora de las honras y alabanzas.


La tumba de Jimi Hendrix


Publicado originalmente en Stone el 31 de agosto de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya blog mas guapo tienes, compañero. Llevo un buen rato entretenido leyéndote y escuchando la buena música que cuelgas.

Espero que te gustara lo que viste el ratito que estuviste en el stand. A ver si terminamos el disquico y te damos un toque.

Un abrazo.


Jorge/Groove3